domingo, 11 de enero de 2015

INTRODUCCION

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Introducción


1. La tierra y la gente. La historia que estamos a punto de trazar nos mantendrá por un rato sobre terreno, con el cual se ha llegado a tener familiaridad, y el cual ha llegado a ser sagrado, a través de cinco siglos de asociación con los patriarcas, reyes y profetas del antiguo pacto. El escenario natural es el mismo sobre el cual Abraham, al principio de su peregrinaje, armó su tienda en Siquem; todo lo demás ha cambiado. Los pueblos y las ciudades antiguas han desaparecido o caído en el olvido; nuevos pueblos y ciudades han venido al frente. Canaán se ha convertido en Palestina, un nombre derivado de los filisteos. Los nombres del pueblo escogido han variado, con las variantes fases de su vida nacional. El nombre más antiguo, el de los hebreos, se ha adherido a ellos en el presente. El término Israel, usado desde los tiempos de Jacob en adelante, fue apropiado para el reino del norte después de la división bajo el reinado de Roboam; mientras que el término judío, de Judá, fue el nombre común nacional, usado por todo el período final del Antiguo Testamento y de todo el Nuevo Testamento. La nación no está ya más aislada como lo estuvo en los tiempos anteriores. La vida ha llegado a ser compleja. Muchas nuevas corrientes han fluido a ella. Un gobernador romano tiene su corte en la nueva capital en Cesarea, o en la antigua ciudad sagrada de Jerusalén. Los soldados romanos y los cobradores de impuestos romanos son presentes. El hebreo antiguo es la lengua sagrada de las escuelas, y debe ser aprendido así como un chico italiano moderno aprende el latín. El arameo es el idioma común de los nativos; mientras que el griego es el idioma de la literatura, y el latín lo es el de los círculos oficiales. 


2. Las cinco divisiones de Palestina. Palestina estaba dividida en cinco distritos en los tiempos del Nuevo Testamento, tres al oeste y dos al este del Jordán. Los del oeste eran,— a. Galilea, al norte, con una población provinciana, sin cultura, principalmente compuesta por judíos, sin embargo, con una gran parte constituida por gentiles. Capernaum era la ciudad principal, aunque la región alrededor del Mar de Galilea abundaba en ciudades y aldeas. b. Judea, al sur, más puramente judía, culta y aristocrática. Contenía a Belén, aldea sin importancia, excepto porque era el lugar en el que habían nacido David y Jesús; Cesarea, la capital romana, construida por Herodes el Grande, y Jerusalén, el corazón nacional y religioso, y el hogar de una raza ampliamente esparcida. c. Samaria, en el centro, con una raza y religión mestizas, intensamente odiada por, y que odiaba a sus vecinos judíos. Sicar, la antigua Siquem, el sitio del antiguo templo samaritano, era el lugar de mayor interés. Los distritos al este del Jordán eran,— d. Perea, al sur, con una población campesina compuesta, principalmente, por judíos. e. El distrito norte, al este del Jordán, no tenía nombre propio. Algunas veces se le llama Decápolis (el distrito de las diez ciudades); pero Decápolis sólo incluía la porción sur. Ésta corresponde a casi todo el antiguo reino de Basán, y puede, por lo tanto ser llamada el distrito de Basán. Ella constituía la tetrarquía de Felipe. La población era principalmente gentil en cuanto a la raza, y pagana en cuanto a la religión. El ministerio de Jesús se extendía a todos los cinco distritos, pero el interés se centra principalmente en Judea y Galilea.
3. Gobernantes de Palestina. a. Emperadores romanos.— Palestina estaba gobernada por gobernantes locales, sujetos a los emperadores de Roma. Los emperadores, durante el tiempo de Cristo, fueron Octavio (Augusto) César (31 a.C.–14 d.C.) y Tiberio (14–37 a.C.). Los emperadores posteriores, de importancia en la historia del Nuevo Testamento, fueron: Claudio (41–54 d.C.), Nerón (54–68 d.C.) y Vespasiano (69–
79 d.C.). b. Gobernantes locales.— La política local se puede resumir de la siguiente manera: 1) Reino de Herodes el Grande. Éste gobernó como un rey que heredó el poder, aunque estando sujeto, sobre todos los cinco distritos mencionados arriba, hasta su muerte, en el 4 a.C.1 2) La tetrarquía (gobierno de cuatro), del 4 a.C. al 41 d.C. El reino de Herodes fue dividido en parcelas entre tres de sus hijos. Arquelao (Mateo 2.22) recibió Judea y Samaria. En el año 6, cayó en desgracia con el emperador, y su reino se entregó a una serie de gobernadores imperiales, de los cuales, Poncio Pilato fue el sexto.
Antipas (Herodes el tetrarca, Mateo 14.3) heredó Galilea y Perea. Felipe (Lucas 3.1) llegó a ser el tetrarca del distrito de Basán. Un cuarto distrito es mencionado en Lucas 3.1. Lisanias no era de la familia herodiana, y Abilinia se encontraba fuera de los dominios de Herodes el Grande. 3) El reino de Herodes Agripa I, 41–44 d.C.2 Herodes Agripa

1 Nuestro método de medir el tiempo a partir del nacimiento de Cristo se llegó a usar en el siglo cuarto. El monje Dionisio Exiguo, el cual calculó la fecha, cometió un error de cuatro años. La muerte de Herodes, es probable que ocurriera a un año de haber nacido Cristo.
2 En el 37 a.C., Herodes Agripa I recibió el título de rey con territorios al noreste de Palestina como su reino. En el 39 d.C. Galilea y Perea fueron añadidas a su reino. En el
41 d.C. se le dieron Judea y Samaria. Ciertos autores fechan su reinado entre el 37 y el 44 d.C., (Hechos 12.1–23) era un nieto de Herodes el Grande. A través del favor del emperador Calígula, todo Palestina estaba unida bajo su gobierno, con Abilinia a la par; de manera que gobernó un territorio más grande que el de cualquier otro rey judío, después de Salomón. 4) Rey Agripa II 44–66 d.C.3 A la muerte de Herodes Agripa, una nueva división se hizo. A su hijo, Herodes Agripa II (Hechos 26.2), se le dieron las dos antiguas tetrarquías de Filipo y de Lisanias. Éste gobernó sobre ellas hasta la destrucción de Jerusalén y del Estado judío, en el 70 d.C. Fue sólo por cortesía que se le llamó “Rey Agripa”. Las otras provincias de Palestina estaban puestas bajo gobernadores, tal como en el tiempo de Poncio Pilato. Los que se mencionan en el Nuevo Testamento son Félix, 53– 60 d.C. (Hechos 23—24), y Festo 60–62 d.C. (Hechos 24—26).
3 El 66 d.C. marcó el comienzo de la guerra de los judíos en contra de Roma lo cual motivó al general romano Tito a entrar a la fuerza a Jerusalén y a destruir esa ciudad en el 70 d.C. 

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"EDIFICARE MI IGLESIA"

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“Edificaré mi iglesia”
Paul Rogers

Herodes edificaba baños, torres, y hermosos edificios. Pero Jesús decía: “edificaré mi iglesia” (Mateo 16.18).

He visto por todo Palestina las estructuras que Herodes construyó. La mayoría de ellas están hechas un desastre, dan pena; están en ruinas y en proceso de deterioro. Un pedazo de muro se puede ver en un lugar, y fragmentos de edificios, en otro. Los edificios que Herodes construyó han sido destruidos, principalmente, por el viento, el agua, la intemperie y las guerras. Pero Jesús edificó la iglesia, y ésta todavía vive.

Jesús dijo: “edificaré mi iglesia”. Esta iglesia es la única cosa en la que puedo pensar, a la cual Jesús podría mirar y decir con algún sentido real: “Mi”. No podría decir “Mi esposa”. No podría decir “Mis hijos”. Jamás supo lo que era tener un bebé para tenerlo en los brazos y decir: “Mi hijo”. Ni siquiera podía decir: “Mi casa”. Las zorras tenían guaridas y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tenía un hogar propio y en el cual pudiera recostar su cabeza. Pero podía decir: “Mi iglesia”.

Si es su iglesia, ella debe llevar su nombre, y el Nuevo Testamento retrata a la iglesia, llevando su nombre: “Os saludan todas las iglesias de Cristo” (Romanos 16.16). Debemos llamarnos cristianos, pues “a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11.26). ¿Qué hay más razonable que la iglesia, a la cual Jesús llamó “su iglesia” sea llamada con su nombre? 

La siguiente palabra de Jesús, dentro de la declaración que estamos estudiando, la palabra “iglesia”, es igualmente tan maravillosa como las que le preceden. “Edificaré mi iglesia”. La palabra del griego de la cual se traduce “iglesia” (ekklesia), significaba simplemente “pueblo llamado a salir”. Los griegos usaban esta palabra para referirse a una reunión política. Cuando la gente era llamada a salir de sus hogares a venir a los foros para una reunión, ellos llamaban a esto la ekklesia, los llamados a salir. Jesús dijo que eso es lo que la iglesia sería.
La iglesia jamás ha sido un lugar; siempre ha sido un pueblo. La iglesia jamás ha sido un corral; siempre ha sido un rebaño. La iglesia jamás ha sido el lugar en el que usted ora; siempre ha sido el pueblo que ora. “Edificaré mi iglesia”.
¿Ha notado usted que Jesús usó la palabra
“iglesia” en forma singular? En el Nuevo Testamento, a la iglesia siempre se le refiere como a una: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia…” (Efesios 5.25); “Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia…” (Colosenses 1.18); “Un cuerpo…” (Efesios 4.4); “… la iglesia, la cual es su cuerpo,…” (Efesios 1.22–23; énfasis nuestro).

La palabra “iglesia” aparece 113 veces en la Biblia. Noventa y nueve de esas veces es referida simplemente como “la iglesia”. Esa es la abrumadora manera como a la iglesia se le refería en el mundo. “Edificaré mi iglesia”.

Esto fue lo que Jesús dijo: “Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16.18). En el mundo antiguo, las puertas eran el lugar donde se concentraba la fortaleza. Las puertas las hacían de hierro y piedra sólida. Ciertas puertas eran enormes cuñas de piedra. Los ejércitos acampaban junto a las puertas. Jesús dijo que toda la fortaleza del Hades no podría prevalecer contra la iglesia. La palabra “Hades” es una palabra del griego para referirse al mundo de lo invisible. Equivale a la palabra hebrea Seol, y se ha llegado a referir al mundo al cual vamos cuando morimos. Jesús dijo que ni siquiera el mundo de lo invisible podrá prevalecer en contra de la iglesia. Son muchas las cosas que nos pueden causar temor, pero yo diría que lo que más nos causa temor es lo invisible, antes que lo visible. Lo que hace que la muerte nos cause tanto temor es que jamás la hemos visto como realmente es. Pero Jesús dijo que la fortaleza combinada del Hades no será capaz de vencer a la iglesia. Él murió un viernes por la tarde, y parecía como si el Hades había prevalecido. Jesús mismo estuvo tres días en el mundo del Hades, pero él salió de allí un domingo por la mañana. “Edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.
La iglesia fue construida sobre un fundamento firme. La iglesia fue comprada con un altísimo precio, la sangre de Cristo. La iglesia está destinada para estar en una mejor tierra, el cielo. Considere tres verdades acerca de la iglesia: su gloria, su meta, y su ganancia.

LA GLORIA DE LA IGLESIA
En primer lugar considere la gloria de la iglesia del Señor. Esto es lo que se declara en Efesios 3: “… a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos” (Efesios 3.21). La gloria de la iglesia se ve en el hecho que la única cosa que va a permanecer es la iglesia. Cuando todo lo que usted puede ver haya pasado —todos los puentes, los monumentos, los edificios, las estructuras— la iglesia todavía existirá.

La gloria de la iglesia se ve en el hecho que ella es la única cosa que Jesús dejó tras él cuando murió. He leído acerca de una iglesia en Wittemburg, Alemania, la cual alegaba que tenía las siguientes cosas de Jesús guardadas en un escondite: un pedazo de los lienzos en los que Jesús fue envuelto, trece pedazos de su cuna, un pedazo de paja sobre el cual recostó su cabeza, uno de los regalos de oro que le trajeron los magos, un mechón de la barba de Jesús, uno de los clavos que le horadaron sus manos, y un pedazo del pan que se comió en la última cena de Jesús. Todo esto es insensato y totalmente improbable. La única cosa de la cual podemos estar seguros, que Jesús dejó cuando salió de este mundo, es la iglesia. La única cosa por la cual él va a regresar es la iglesia.
La gloria de la iglesia se puede ver en lo que se ha logrado a través de los años. ¿Por qué será que en el mundo occidental tenemos estas libertades, las cuales atesoramos tanto? Es en gran parte el resultado de la influencia de la iglesia. ¿Cómo fue que llegamos a tener todas estas instituciones de beneficencia? Las primeras personas en la historia del mundo, que alguna vez construyeron un edificio para ayudar a los enfermos, fueron las que iban a las iglesias, personas con mentalidad de iglesia. ¿Cómo fue que llegamos a tener todas estas instituciones educacionales? Fue debido a la iglesia. Casi todas las primeras escuelas que hubo en los Estados Unidos fueron construidas por iglesias: Harvard, Darmouth, Yale. Todas las grandes escuelas de los Estados Unidos comenzaron por causa de la iglesia. Considere la gloria.

LA META DE LA IGLESIA
Ahora considere la meta de la iglesia del Señor. La meta se expresa en Efesios 1.10: “… de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos,…”. Esto es lo que leemos en Efesios 4.4: “… un cuerpo”. Ese cuerpo es la iglesia. La gran meta de la iglesia es que todas las personas se unan en Cristo. Éste oró en Juan 17.21, “para que todos sean uno,… para que el mundo crea…”. Lo trágico es que el mundo no cree y nosotros no hemos sido “uno”. En los Estados Unidos existen no menos de 240 denominaciones. Todas predican diferentes doctrinas y van en diferentes direcciones. Un músico inglés produjo un álbum, por medio de sintonizar doce estaciones de radio al mismo tiempo, con diferentes volúmenes, y por medio de tocar la música de todas las doce estaciones, al mismo tiempo. Cualquiera que sea el producto que obtuvo, ese fue el álbum. Eso es lo que estamos produciendo en el mundo religioso, hoy día, con tantas voces en conflicto y tantas doctrinas opuestas, y el mundo simplemente aparta su oído. La meta de la iglesia es que todos los hombres puedan ser unidos en Cristo.

LA GANANCIA DE LA IGLESIA
Finalmente, considere la ganancia de la iglesia. En 1 Corintios 15.24 dice: “Luego el fin, cuando [Cristo] entregue el reino al Dios y Padre…”. ¿Cuál habrá de ser la gran ganancia de la iglesia? Que será entregada a Dios. En Efesios 5, Paul dijo que será presentada como una iglesia gloriosa. La esposa de Cristo será llevada a casa, a la casa del Padre, y ella es la iglesia. El mundo entero va a ser quemado. No conozco de ninguna tragedia natural que hayamos tenido en décadas, la cual se pueda comparar con lo que sucedió en el Parque Nacional Yellowstone, en el verano de 1989. El Parque Nacional Yellowstone no será el mismo, mientras dure el resto de nuestras vidas, o las vidas de nuestros hijos. Fueron dos terceras partes del área forestal del parque las que se quemaron. Por lo menos 1.5 millones de acres de la más hermosa tierra del mundo que fueron consumidos por el fuego. Se podía ver el humo desde Chicago hasta Los Ángeles, cuando el fuego estaba ardiendo. Esto nos recuerda de lo triste que es cuando el mundo arde y a qué se asemejará cuando, como Pedro lo dijo, el día del Señor venga y la tierra y las obras que en ella hay sean quemadas. Todo este mundo estará ardiendo, pero la iglesia será levantada. La Biblia dice que estaremos por siempre con el Señor.

CONCLUSIÓN
¡Cuán gloriosa es la idea de estar en la iglesia que Jesús edificó! El llamado que Alexander y Tomás Campbell hicieron en los años 1800 no es diferente al llamado que nosotros hacemos: que volvamos a la iglesia primitiva, apostólica. Debemos restaurar la adoración de la iglesia el primer siglo a la realidad más cercana posible; debemos tener congregaciones organizadas de la misma forma como se organizaron las mismas cuando estaban bajo los apóstoles, y debemos ser cristianos y cristianos solamente.

Cuando Alexander Campbell vino a los Estados Unidos siendo un joven de veintiún años, él vino de Filadelfia, atravesando el campo hasta Washington, Pennsylvania. Sólo había estado allí unos pocos días, cuando conoció a una hermosa chica llamada Hannah Atcheson. Hannah también procedía de Irlanda. Ella chispeaba y era aguda. El biógrafo dijo que ella era pelirroja, de ojos chispeantes, y mejillas rosadas. El joven Alexander, el cual quería ser un predicador, se sintió atraído a aquella chica. El biógrafo contó cómo los dos fueron a una actividad de desgranar maíz y todos los vecinos estaban allí. Ellos desgranaron el maíz, y luego se entretuvieron con algunos juegos y comidas. Era una noche de canto y de alegría. Alexander Campbell se sentó al lado de la joven Hannah Atcheson. Conforme la relación creció, Hannah quiso que él fuera abogado. Ella era religiosa, pero no mucho. Era ambiciosa, y le dijo a Alexander: “Tú debes ser un hombre de estado, un abogado. Hasta podrías ser presidente de los Estados Unidos”. La gente vaticinó grandes cosas para él. Ella y su familia habían hecho arreglos para que un abogado de Pittsburgh, hablara con Alexander Campbell, acerca de tomar una escuela y pagarle bien, y dejarle estudiar para que fuera abogado.
Pero el momento inevitable llegó cuando el joven Alexander llevó a Hannah a casa en el coche una noche, y ellos hablaron un poco acerca de su futuro. Esto fue lo que él le dijo a ella: “Simplemente no puedo hacer otra cosa más que la que me he propuesto. Quiero ser predicador. Y quiero pasarme mi vida pidiéndole a la gente que simplemente egresemos a la Biblia”. Es probable que no hubiera cincuenta personas en los Estados Unidos, en aquel momento, que les interesara aquello. Hannah, aquella pelirroja irlandesa, algo frustrada por haber declinado Alexander toda esperanza de ser lo que ella creía que era un gran hombre, y por haber rechazado éste, la posibilidad de ir a ittsburgh y de ser entrenado en leyes, dijo: “Alejandro, eres un necio”. Y luego añadió: “Un necio de Dios”.Si hemos de ser necios, seamos tal clase de necios, un necio de Dios. Si las cosas que decimos suenan necias, entonces recordemos que Dios escogió lo necio de este mundo para confundir a lo sabio (1 Corintios 1.20–31). 

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INTERVALO ENTRE EL ANTIGUO TESTAMENTO Y EL NUEVO TESTAMENTO

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Intervalo entre el Antiguo Testamento
y el Nuevo Testamento


I. INTRODUCCIÓN: ABISMO EN LAHISTORIA —FUENTES DE INFORMACIÓN
Entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento se extiende un abismo histórico de cuatrocientos años. Fue durante esos siglos cuando Grecia produjo sus obras maestras de la literatura y del arte; cuando Alejandro llevó el poder de las armas y el más beneficioso poder de las artes griegas a todo el Oeste de Asia. Al mismo tiempo, Roma, después de haber sido una ciudad fronteriza, asentada junto al Tíber, había crecido hasta llegar a ser la vasta “Monarquía del Mediterráneo”; algo que, sin proponérselo, le sucedió por medio de sus carreteras, sus leyes y su civilización, a través de lo cual se preparó el camino para todavía una mayor extensión del reino de justicia de Dios. Durante estos siglos la voz del profeta hebreo y la pluma del historiador inspirado estuvieron igualmente silenciadas. Dependemos de tres fuentes principales para poder tener conocimiento acerca de los asuntos de los judíos:

1. Los documentos apócrifos del Antiguo Testamento. Éstos son escritos judíos de este período; constituyen una especie de apéndice del Antiguo Testamento, el cual no fue inspirado. Éstos arrojan considerable luz sobre la historia de aquel tiempo; pero caen muy por debajo del nivel de los libros canónicos. Mientras que los monumentos de Egipto, los ladrillos con inscripciones de Babilonia, las tabletas de arcilla de Nínive, y una multitud de otros descubrimientos confirman cada vez más la precisión histórica de los registros de la Escritura, los escritos apócrifos han demostrado tener abundantes anacronismos y otros errores históricos y geográficos. De entre los apócrifos, el primer libro de los Macabeos es el más valioso de la colección, desde el punto de vista histórico.

2. Los escritos de Josefo. Josefo fue un historiador judío, nacido en el 37 d.C. Sobrevivió el sitio y la destrucción de Jerusalén, por parte de
Tito, y escribió dos obras importantes: “Antigüedades de los judíos”, la cual es una historia completa desde la creación, y “Guerras de los judíos”, la cual da un relato de la historia de su propio pueblo, desde el 170 a.C., hasta su propio tiempo.
3. Los escritores romanos y griegos.

II. PERÍODOS POLÍTICOS
La historia política abarca seis períodos: 1) Los persas; 2) Los macedonios; 3) los egipcios; 4) los sirios; 5) los macabeos, o período independiente; y 6) los romanos.
1. El período de los persas (538–332 a.C.). Este período comienza con la toma de Babilonia, por parte de Ciro el Grande, y el consiguiente traslado de la lealtad de los judíos hacia el poder persa. Por lo tanto, la más grande porción del período está cubierta por el período del postexilio, de la historia del Antiguo Testamento. Mientras estuvieron bajo el dominio de los persas, los judíos fueron usualmente gobernados por su propio Sumo Sacerdote, el cual estaba sujeto al sátrapa o gobernador sirio. El gobierno persa fue blando en gran manera. Los problemas continuaron con los samaritanos. Éstos, como se recordará, constituían un remanente de las diez tribus, el cual se amalgamó con asirios importados. Éstos estuvieron reforzados, a menudo, por judíos renegados, uno de los cuales, un sacerdote llamado Manasés, construyó un templo sobre el monte Gerizim, cerca del 400 a.C. (cf. Juan 4.20). Los samaritanos poseían el Pentateuco, creían en Dios, ofrecían sacrificios y esperaban un Mesías. La religión de ellos se puede describir como un judaísmo degenerado. 2. El período de los macedonios (332–323 a.C.). En la primavera del 334, Alejandro entró en Asia cuando cumplía con su inigualable serie de conquistas. Al derrotar a Darío en Granicus y en Issus, y al tomar a Tiro, después de una obstinada resistencia de siete meses, barrió a través de Palestina con el fin de llegar hasta Egipto. Josefo menciona una interesante historia acerca de cómo Jaddua, el sumo sacerdote, andando éste a la cabeza de una procesión, se encontró con Alejandro fuera de la ciudad de Jerusalén. También describe cómo Alejandro fue movido a una inusual reverencia al ver aquella procesión; y cómo se abstuvo de saquear a la ciudad, lo cual usualmente hacía; y cómo ofreció adoración al Dios de los judíos; y cómo les explicó a sus oficiales, que su inusual conducta obedecía a un sueño que tuvo en Macedonia, en el cual había visto al sumo sacerdote, quien allí le dijo que él debía conquistar a los persas.1 De todas formas, Alejandro y sus sucesores, parecen haber estado impresionados por el valor de los judíos como colonizadores que eran; pues les extendieron privilegios a los colonos judíos, tales como el asentarse en el Nilo; al punto que Alejandría llegó a ser el centro de una gran población judía, y una sede de erudición judía. 3. Período egipcio (323–204 a.C.). Alejandro murió en Babilonia en el 323 a.C. Después de veinte años de confusa lucha entre sus generales por la división de su imperio, alguna medida de orden emergió. Seleuco obtuvo la parte más grande de las provincias asiáticas. Éste, al pasar por las capitales antiguas del oriente, tales como Susa, Babilonia y Damasco, fundó sobre el Orontes, cerca del Mediterráneo, la  espléndida ciudad de Antioquía. De allí que, por dos siglos y medio, los seléucidas (descendientes de Seleuco) gobernaran al rico reino sirio, y allí, por varios siglos más, se concentró la riqueza y la cultura de Asia. Ptolomeo ganó a Egipto, con su nueva capital, Alejandría, la cual rápidamente llegó a ser la metrópolis comercial y literaria de todo el oriente. Estos dos reinos y capitales fueron rivales por mucho tiempo. Ptolomeo, desde el comienzo, le arrebató Palestina a Seleuco. El siglo durante el cual gobernó Ptolomeo fue principalmente, un período de prosperidad para los judíos. El evento más notable fue la traducción de las escrituras hebreas al griego, lo cual se hizo por orden de
Ptolomeo Filadelfo, para la gran biblioteca de Alejandría. La obra se conoce como la Septuaginta, a raíz del tradicional número de traductores que participaron. 4. El período sirio (204–167 a.C.). Palestina llegó a ser, nuevamente, materia de desavenencia entre los poderes rivales. La familia seléucida, al final recuperó la tierra de manos de los Ptolomeos. El período de gobierno sirio fue el más oscuro y, sin embargo, el más glorioso de todos los cuatrocientos años. Los seléucidas eran tiranos disolutos. Antíoco Epifanio (175–164 a.C.) fue el más notorio de todos ellos. Al regresar, en una ocasión, de ser derrotado en Egipto, se desahogó de su venganza con Jerusalén. Masacró a cuarenta mil personas de su población, despojó el templo de sus tesoros, y ultrajó el sentimiento religioso de los judíos sacrificando una puerca sobre el altar, y rociando el interior del templo con el licor, en el cual una porción de la inmunda bestia, había sido hervida. Buscó, por todos los medios, la manera de acabar con la religión y el espíritu hebreos, y de hacer griega a la nación. Cerró el templo, y prohibió la religión judía bajo pena de muerte. Fueron multitudes de judíos, los que heroicamente sacrificaron sus vidas antes que su fe. Los líderes de esta heroica resistencia pertenecieron a una familia de sacerdotes patriotas conocidos como los Macabeos. 5. El período de los Macabeos (167–63 a.C.). Una guerra de independencia fue iniciada por un anciano sacerdote llamado Matatías, y ésta fue continuada durante treinta años por sus hijos. Judas, el “Wallace” judío, ganó cinco batallas en un año, las cuales peleó contra un ejército diez veces mayor que el suyo; y ganó también el título de “Macabeo” (Martillo), el cual se había asociado con la familia. Judas tuvo tanto éxito, que abrió de nuevo el templo, lo limpió y lo volvió a dedicar, en memoria de lo cual, la fiesta de la Dedicación continuó siendo observada (Juan 10.22). Judas, por fin cayó en batalla; pero una independencia llena de problemas fue, por fin, ganada por su hermano Simón, la cual fue reconocida por los sirios. Juan Hircano, el hijo de Simón, le sucedió con el título de rey. Así, fue fundado el reino asmoneo, llamado a sí en honor a Asmón, un antepasado de los Macabeos. 6. El período romano (63 a.C. al 70 d.C., desde la toma de Jerusalén, por parte de Pompeyo, hasta la destrucción de ésta por parte de Tito). Los años de cierre del período de los Macabeos fueron años de miserables luchas civiles. Los diferentes miembros de la familia de los asmoneos rivalizaron por alcanzar al trono; y las conspiraciones y las reacciones a éstas, los asesinatos en uno y otro bando y las búsquedas de apoyo de parte del emergente poder de Roma, mancharon los registros históricos. En el año 63 a.C., Pompeyo el Grande, al concluir éste la tercera guerra Mitridática, dirigió sus victoriosas legiones a Siria, acabó con el reino de los seléucidos y, con la toma de Jerusalén, extinguió las últimas chispas de vida política independiente que tenían los judíos. Por un tiempo los asmoneos continuaron siendo los gobernantes locales, sin embargo, estaban sujetos, por medio del gobernador romano de Siria, al despótico poder que emanaba del Tíber. La familia herodiana. Pero esta vez, una nueva fuerza personal entra en escena. Por un siglo la familia herodiana desempeñó el papel principal en la historia judía; fue un siglo trascendental, el cual fue testigo del nacimiento y obra de Jesucristo, y de la fundación de la iglesia. Herodes el Grande (37– 4 a.C.) era descendiente de idumeos (edomitas). En el 47 a.C. su padre, Antípater, fue hecho gobernador de Judea. Al mismo tiempo, Herodes fue hecho gobernador de Galilea. En el 40 a.C. fue nombrado rey de Judea por el senado romano, pero tenía que conquistar su reino, lo cual logró en el 37 a.C. Se casó con Mariamne, la nieta del sacerdote rey judío, Hircano, uniendo así sus pretendidos derechos al trono a los de la línea de los asmoneos. Herodes poseía un genio para el gobierno, el cual fue raramente igualado; pero sus vicios eran aún mayores. Fue inescrupuloso en los medios, crasamente licencioso, y enfermizamente desconfiado. Así, víctima tras víctima cayó ante sus fatales celos; entre éstas: su suegra, su cuñado, dos de sus hijos y su propia bella Mariamne. Atrajo sobre sí el odio de los judíos al introducir razas y otras costumbres griegas a Jerusalén. Para expiar su culpa por esto, ante los ojos de ellos, reconstruyó el templo, haciéndolo mucho más grande que el de Salomón, y vastamente más rico que el de Zorobabel. También reconstruyó la antigua ciudad de Samaria, llamándola Sebaste, y fundó la nueva ciudad de Cesarea, haciéndola la capital política de Palestina. A pesar del hecho de que “su trono estaba bañado con la sangre de sus allegados”, le dio al reino el más grande esplendor externo que jamás conoció, excepto en los reinados de David y Salomón. Sin embargo, todo este esplendor material no pudo cegar a los judíos, los cuales estaban orgullosos de su linaje y de su glorioso pasado, al hecho de que eran una raza sujeta. Sus cadenas pudieron haber estado bañadas en oro, pero no por ello dejaban de ser cadenas. Herodes mismo era de una raza extranjera y el gobernó como representante de otra raza extranjera. El tabernáculo de David estaba, al fin y al cabo, caído, y los espíritus electos de la nación, el “Israel dentro de Israel”, esperaba y anhelaba a aquel que habría de levantarla y construirla como en tiempos pasados (Amós 9.11).

III. CAMBIOS EN LA VIDA Y ENLAS COSTUMBRES
1. Ocupación. Los hebreos fueron originalmente agricultores y criadores de ganado. En los días de Salomón, y bajo el reinado de algunos de los reyes posteriores, se involucraron en alguna medida, en el comercio exterior. Pero la amplia dispersión, la cual tuvo lugar desde la época de la cautividad en adelante, los convirtió en una nación de comerciantes, una característica que jamás perdieron.

2. Idioma. Los grandes cambios también se dieron en el idioma. Desde los tiempos de la cautividad las formas caldeas, sirias, y persas ya se habían introducido y, con el paso de los siglos, el resultado fue similar a lo que ocurrió en Italia con la invasión de los bárbaros. El italiano moderno no es el latín clásico; aunque sus raíces se encuentran en éste. Similarmente, el hebreo clásico llegó a ser una lengua muerta, y el arameo llegó a ser el idioma común en Palestina, al comienzo de la era cristiana.
3. Religión. Los cambios en la religión se pueden resumir así: a. La idolatría desaparece para siempre.— Hicimos notar que antes de la cautividad, había una constante tendencia a imitar la adoración pagana que había alrededor de ellos. Al final esto abrió paso a un intenso aborrecimiento de todo lo que tuviera sabor a paganismo. b. Surgimiento de la sinagoga.— No hay traza de la sinagoga en el Antiguo Testamento. Es posible que ésta surgiera durante la cautividad debido a la ausencia de los servicios del templo. Bastaban diez hombres para formar una sinagoga. Había cientos de ellas en Jerusalén, y en muchas de las grandes ciudades del imperio. Los servicios consistían de oraciones diarias a las horas del sacrificio diario, de lecturas el día de reposo y de exposiciones de las Escrituras; y cerraban con una bendición. c. Surgimiento de las sectas judías.— Éstas fueron: 1) Los fariseos, los cuales se apegaban a una ley oral de Moisés, transmitida por la tradición, la cual tenía igual autoridad a la ley escrita. Se apegaban tenazmente a la doctrina de la resurrección y de una vida futura. Eran separatistas rígidos, se oponían a la introducción de costumbres gentiles. Realmente constituían la mejor porción de la nación, lo cual preservó la identidad nacional, en medio de las fuerzas desintegradoras que estaban en acción. 2) Los saduceos. Éstos se oponían a los fariseos en todos los puntos anteriores, negaban la autoridad de la ley oral, negaban la resurrección y una vida futura, y favorecían un trato libre con las naciones que había alrededor de ellos, con las costumbres y con las ideas de ellas. Eran los políticos que abogaban por mantener el favor de los romanos. El sumo sacerdote era, usualmente, del partido de los saduceos. 3) Los escenios eran una pequeña secta de ascéticos que se retiraban de la sociedad, no se casaban, y se pasaban el tiempo dedicados a la contemplación. Ellos eran los ermitaños judíos. Así estaba la tierra, tal era el estado de la nación, en la víspera de la más grandiosa era del mundo. El lado carnal del pacto abrahámico ha llegado y ha ido más allá de su más grande desarrollo. El lado espiritual, ensombrecido por tanto tiempo, pero recalcado cada vez más por los grandes profetas conforme los siglos pasan, está ahora a punto de hallar su amplio cumplimiento.
La estaca llena de espinos, del judaísmo ha madurado, y está a punto de florecer para convertirse en la religión, a nivel mundial, de Jesús el Cristo.

Clasificación de los 27 libros del Nuevo Testamento
1. Biografía
A. Mateo
B. Marcos
C. Lucas
D. Juan
2. Historia
A. Hechos
3. Epístolas paulinas
A. Romanos
B. 1 Corintios
C. 2 Corintios
D. Gálatas
E. Efesios
F. Filipenses
G. Colosenses
H. 1 Tesalonicenses
I. 2 Tesalonicenses
J. 1 Timoteo
K. 2 Timoteo
L. Tito
M. Filemón
4. Epístolas generales
A. Hebreos
B. Santiago
C. 1 Pedro
D. 2 Pedro
E. 1 Juan
F. 2 Juan
G. 3 Juan
H. Judas
5. Profecía
A. Apocalipsis 


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VIAJES MISIONEROS DE PABLO Y VIAJE A ROMA

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Viajes misioneros de Pablo y viaje A Roma

Viaje
Escritura
Tiempo
Lugares visitados
Libros escritos
Primero
Hechos 13.1—14.28
46-48 d.C.
Antioquia de Siria, Seleucia, 
Chipre, Salamina, Pafos,
Antioquia de Pisidia, Iconio,
Listra, Derbe, Atalía
Ninguno
Segundo
Hechos 15.36—18.22
49-52 d.C
. Antioquía de Siria, Cilicia, Derbe, Listra, Frigia, Galacia, Troas, Filipos, Anfípolis, Apolonia, Tesalónica, Berea, Atenas, Corinto, Cencrea, Éfeso, Cesarea, Jerusalén

1 Tesalonicenses
2 Tesalonicenses
Tercero
Hechos 18.23—21.17
53-58 d.C
Antioquía de Siria, Galacia, Frigia, Éfeso, Troas, Macedonia (Filipos),                           
Grecia, Corinto, Filipos, Asón, Mitilene, Quío, Samos, Trogilio, Mileto, Cos, Rodas, Pátara, Tiro, Tolemaida, Cesarea, Jerusalén

1 Corintios
2 Corintios
Romanos
A Roma
Hechos 21.15—28.16
61-63 a C
Jerusalén, Antípatris, Cesarea, Sidón, Mira, Buenos Puertos, Malta, Siracusa, Regio, Puteoli, Foro de Apio, Roma

Efesios
Filipenses
Colosenses
Filemón

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LA HISTORIA DEL EVANGELIO O LA MISIÓN Y OBRA PERSONALES DE JESUCRISTO

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La historia del evangelio O
la misión y obra personales de Jesucristo, 
5 a.C.—30 d.C.



INTRODUCCIÓN

1. Cristo, la figura central de la historia bíblica. Todas las líneas bíblicas convergen en Cristo. Éste era la “simiente de la mujer” prometida, la cual había de herir a la serpiente en la cabeza (Génesis 3.15), la “simiente” del pacto de Abraham, la cual habría de bendecir a todas las naciones de la tierra (Génesis 12.1–3). No hay duda de que los largos siglos de sacrificios hechos por los patriarcas y los judíos, así como los servicios paganos correspondientes, tenían un profundo significado en sí mismos. Era el sentido universal de pecado, que se manifestaba en el sacrificio de vida, el lastimoso llanto de corazones humanos buscando paz y perdón. Pero el significado principal del sacerdocio y de los sacrificios hebreos, residía en su valor como tipo o símbolo. Al través del fatigoso andar de los siglos, ellos apuntan cada vez más hacia el sacrificio que hizo de sí misma la divinidad, para la redención de la humanidad: hacia aquél que es “el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1.29). Así, son numerosas las líneas de tipos y las profecías que convergen en la cabeza de Cristo. De una manera similar, las líneas del Nuevo Pacto apuntan en sentido contrario hacia Cristo.
Predicamos a Cristo, creemos en él, lo confesamos, somos bautizados en él, observamos la Cena del Señor, en memoria de su muerte, el día que conmemora su resurrección. La redención, a través de Cristo es el hilo escarlata que sujeta a todos los libros de la Biblia, en un solo volumen. 


2. Cristo, la llave a la historia del mundo. El nacimiento de Jesús es un evento alrededor del cual gira todo lo demás. Los preparativos providenciales para su venida fueron: la elección y preservación de la raza hebrea; las conquistas de Alejandro y el esparcimiento del idioma griego; el surgimiento del imperio romano, con su sistema  Una fecha alterna, de otra forma de fechar, para este período es 2 a.C.—33 d.C. de leyes, y caminos y civilización; la amplia dispersión de los judíos con sus Sagradas Escrituras; la influencia como de levadura de la filosofía griega; el deterioro de la fe en los dioses paganos, y la amplia expectación en un gran gobernante que surgiría de oriente. Y seguramente que no fue un accidente el que el imperio romano continuara en pie hasta que hubiera recibido al cristianismo tan plenamente en sus venas, que lo transmitió a los bárbaros que hundieron sus tierras en la ruina, pero que traían en sus lomos a las poderosas naciones que habrían de darle forma al destino del mundo.

3. Fuentes de la historia. Éstas son las cuatro pequeñas memorias, comúnmente llamadas evangelios de: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. a. Mateo (Leví) dejó su oficio de publicano, o colector de impuestos, para convertirse en discípulo de Jesús (Mateo 9.9; Marcos 2.14). Después sería escogido como uno de los doce apóstoles (Mateo 10.3). Éste escribió especialmente para los judíos. 1) Cita sesenta y cinco veces la profecía del Antiguo Testamento. Vea en un solo capítulo: Mateo 2.5–6, 15, 17, 23. 2) Su nombre favorito para Jerusalén es la “santa ciudad” (4.5; 24.15; 27.53). A Jesús lo llama ocho veces el “hijo de David” (1.20; 9.27; 12.23), etc. b. Marcos no fue un discípulo personal de Jesús, sino un convertido hecho por Pedro (1 Pedro 5.13), y un compañero de Pablo (Hechos 13.5; cf. Hechos 12.25; 2 Timoteo 4.11). Es evidente que escribió para lectores no judíos, pues son pocas las citas del Antiguo Testamento a las que recurre, y las pocas alusiones a las costumbres judías son explicadas (2.18; 13.3; 14.12). c. Lucas no era un discípulo personal de Jesús (1.1–4). Era un médico (Colosenses 4.14), y aparece, por primera vez, como un compañero de viajes de Pablo (Hechos 16.10 y otros versículos de Hechos en los que se usa el “nosotros”). d. Juan fue uno de los primeros cinco discípulos (1.35–51). Llegó a ser un apóstol (Mateo 10.2) y se demás ya habían muerto, omitió la mayoría de le refiere como el discípulo “al cual Jesús amaba” lo que ellos dieron, y añadió muchas de las (13.23; 19.26; 20.2). Era originalmente un pescador conversaciones de Jesús. Omite el nacimiento, el (Lucas 5.1–11). bautismo, la tentación, todas las parábolas, la Mateo y Lucas dan un relato del nacimiento e transfiguración, la institución de la Cena de infancia de Jesús. Marcos comienza con el minis-Señor, y la agonía en Getsemaní. Debido a la terio del Bautista, y el bautismo de Jesús. Juan, el similitud de sus relatos, a los primeros tres se les cual escribió mucho tiempo después de que los llama sinópticos.


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EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA

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El nacimiento y la infancia 
Mateo 1—2; Lucas 1—2


1. La serie de visiones. La historia del evangelio comienza con una serie de cuatro visiones.
a. La visión de Zacarías.— Zacarías era un sacerdote anciano que había vivido de forma irreprensible. Cuando estaba cumpliendo sus deberes en el templo, el ángel Gabriel, el cual le había revelado a Daniel (Daniel 9.21–23) la venida del Mesías, se le apareció, y le anunció que sus oraciones debían ser respondidas con el nacimiento de un hijo a su esposa Elisabet. Como señal y sello de la promesa, él debía quedar mudo hasta que la misma se cumpliera. b. Visión de María.— Elisabet tenía una prima, María, del linaje de David. Ésta no estaba casada, aunque ya desposada con un hombre llamado José. A ella le fue enviado el mismo ángel con la buena nueva de que ella también, daría a luz un hijo: el cual, al ser progenie del Espíritu Santo, había de ser llamado Hijo de Dios, y sería el Salvador de los hombres. Abrumada con gozo, hizo un viaje desde su casa en Nazaret, Galilea, hasta la montañosa Judá, para visitar a su prima. c. Visión de José. — A su regreso a Nazaret, el gozo de María fue ensombrecido de tristeza. Entre los judíos, el desposamiento era tan sagrado como el matrimonio; y la aparente violación del vínculo que hiciera María, la exponía a una muerte desgraciada. Pero una tercera visión iluminó a José con el sublime valor de los eventos, y le añadió al hijo prometido, el nombre de Emanuel —Dios con nosotros (cf. Mateo 1.23; Isaías 7.14). 

2. El pesebre de Belén. En el momento apropiado, ambas promesas se cumplieron. Conforme a la dirección divina, el hijo de Zacarías y Elisabet fue llamado Juan. Unos pocos meses después María dio a luz a su primogénito, y en armonía con la visión, lo llamó Jesús —Salvador. He aquí, así como en muchas otras maneras, los planes humanos entrelazados con el propósito divino. El Mesías había de nacer en Belén (Miqueas 5.2). El hogar de María estaba en la distante Nazaret. Un edicto de empadronamiento de Augusto César envió a José y a María a su nativa aldea de Belén. Así como con la madre de Martín Lutero, los misterios de los dolores de parto sorprendieron a María lejos de casa. La posada estaba abarrotada, y la humilde pareja halló el cobijo que pudieron en un establo. Allí, mientras Augusto se ocupaba en losplanes del vasto imperio, y Herodes conspiraba nuevas villanías, y en el gran mundo todos estaban inmersos en sus propios gustos, todos ignoraban el trascendental evento, el Hombre Divino había nacido.

3. La visión de los pastores. La tierra ignoraba la venida de su rey; pero el cielo no podía guardar silencio. Los ángeles trajeron las buenas nuevas, y cantaron su cántico que decía “en la tierra paz”,1 no a reyes y cortes, no a orgullosos sacerdotes, ni a pomposos fariseos, sino a humildes pastores, los cuales emprendieron camino hacia aquella humilde cuna, y fueron los primeros de toda la tierra en brindarle honras al redentor del mundo. Fueron los precursores y representantes de la gente común, los cuales le oyeron “de buena gana”,2 y los cuales constituyeron el grueso de sus discípulos.

4. El grupo del templo. La circuncisión y la puesta de su nombre ocurrieron, conforme a la costumbre judía, al octavo día. Al cabo de cuarenta días,María apareció en Jerusalén, la cual estaba a seis millas de distancia, para hacer las ofrendas requeridas en tales casos (Levítico 12). “El Señor del templo apareció en el templo del Señor”. La evidente pobreza de ellos (cf. Lucas 2.24; Levítico 12.8) era tal, que no atraerían
la mínima atención del escriba y del fariseo de aquella espléndida corte. Pero aun allí, así como en las colinas de Belén, había almas devotas que estaban abiertas a intuiciones divinas y se emocionaban con el gozoso reconocimiento del Mesías por el cual tanto tiempo habían esperado. 1 Lucas 2.14.2 Marcos 12.37.Dos de estas almas, los ancianos Simeón y Ana, son mencionadas. Son los representantes del espíritu profético que había ennoblecido a la nación hebrea, y fueron los primeros en proclamar en público a Jesús como el Mesías.
5. La visita de los magos. Pero los pastores y los espíritus proféticos de Israel no son los únicos que se reúnen alrededor de la cuna del Bebé de Belén. Almas llenas de talento, que se encontraban a una gran distancia, se emocionaron con la revelación. El mundo pagano estaba representado en el círculo que le rindió homenajes al Cristo. “Vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”.3 Las tradiciones acerca del nombre y la nacionalidad de éstos, las especulaciones acerca de la naturaleza de la estrella y de la medida del conocimiento de ellos, son todas inútiles. Pero sirven como representantes de los vagos anhelos y la esperanza de un vasto mundo pagano que está allí, y de una profecía del tiempo, cuando todo el paganismo habrá de unirse en amorosa adoración a nuestro rey. 3 Mateo 2.1–2.
6. El edicto de Herodes y el viaje a Egipto. Herodes se estaba hundiendo rápidamente en dolorosa enfermedad. Tenía toda la razón de estar incómodo, pues su trono descansaba en las víctimas de sus celos llenos de odio. La traición oculta se había esparcido por todo su reino. En tal momento, para tal hombre, la búsqueda de los magos era como una daga clavada en él. Pero ocultando el terror y los propósitos homicidas, le pidió a los magos que le trajeran noticias, cuando hubieran encontrado al Niño. Éstos, obedeciendo a la sugerencia divina, regresaron a casa por otro camino. Herodes se ensañó salvajemente con los inocentes de Belén y sus vecindades. Pero nada funcionó en contra de aquella Vida, sino hasta que éste estuvo preparado para rendirla en sacrificio voluntario por el pecado. “Clavó su espada dentro del nido, pero el pájaro había volado”. José, siempre atento a la dirección divina, había escapado a Egipto, lejos de la jurisdicción de Herodes, pero siempre dentro del círculo de una gran población judía. Herodes murió poco después de esto. Pero José temía a Arquelao, el cual había sucedido en el trono a Herodes, su padre, y había seguido con la misma política de éste en Judea. Fue por ello que regresó a su hogar en Nazaret. 

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EL PERIODO DE PREPARACION

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El período de preparación
Mateo 3—4.11; Marcos 1.1–13; Lucas 2.40—4.13; Juan 1.19–28


I. LOS AÑOS DE SILENCIO EN NAZARET
Por treinta años, el hogar de Jesús estuvo en Nazaret. La pequeña aldea campestre era despreciada por los judíos más cultivados de Judea y Jerusalén; y cuando Jesús emergió de la oscuridad, tanto él, así como sus discípulos, eran llamados, despectivamente, nazarenos.
1. Dominio de sí mismos de los evangelios. En marcado contraste con la riqueza de incidentes que rodearon su nacimiento, su ministerio y su cruz, está el silencio de estos treinta años. No es así como los hombres no inspirados escriben biografía. Aman el detenerse en los incidentes de la juventud, las señales y promesas de genios prometedores. Con este espíritu fue que los autores de evangelios apócrifos escribieron acerca de los primeros años de Jesús. Colman sus páginas con portentos y milagros precoces, con el fin de honrarlo, pero que en realidad lo deshonran. La forma como los evangelios que conocemos se abstienen, es prueba, tanto de la verdad de su historia, como de la inspiración de los autores.
2. Influencias educacionales. Jesús no creció, ni en la ociosidad, ni en la ignorancia. Era un carpintero, y el hijo de un carpintero conocido (Mateo 13.55; Marcos 6.3).
Todo mozo judío había aprendido un oficio. Los campesinos podían leer y escribir. La referencia al no haber estudiado (Juan 7.15) significa sólo que no fue educado en las escuelas rabínicas; diríamos, que no fue universitario. Es probable que estuviera familiarizado con tres idiomas: el arameo, su lengua materna; el hebreo, el idioma original de las Escrituras, y el griego, el idioma de la literatura. Aunque era muy pobre como para poder tener una copia completa de las Escrituras, la sinagoga de la aldea le daría el acceso a ellas; y fragmentos escogidos de ellas pudieron haber sido propiedad del hogar del carpintero. 

3. Su visita a Jerusalén. Un importante medio de educación se menciona (Lucas 2.46–51). Sus padres iban cada año a la Pascua, en Jerusalén. El recorrido los llevaba por unos ciento ochenta kilómetros a través de un campo rico en remembranzas históricas. Jerusalén misma era amada como ninguna otra capital, jamás lo fue por su pueblo. Las calles de ésta pasaban atestadas de peregrinos provenientes de muchas diversas tierras y hablando diversas lenguas, y los tales abarrotaban el templo. Para un muchachobrillante, serio, tal viaje anual debió haber sido una educación en sí misma. Sólo una vez durante los treinta años, se levanta el velo de la oscuridad. La edad de doce años era decisiva para un mozo judío. A los doce comenzaba a aprender un oficio; se le llamaba “mayor”; no podía ya ser vendido por su padre; comenzaba a llevar puestas las filacterias, y era llamado “hijo de la ley”. A esta edad crítica, Jesús parece haber hecho su primer viaje a Jerusalén. La compañía había andado por un día, en dirección a casa cuando notaron que no estaba. Al regresar, sus padres lo buscaron ansiosamente durante todo un día en Jerusalén. Lo hallaron por fin, no con los chicos de la calle; no viendo la ciudad, sino en el templo, en medio de los doctores de la ley, oyéndolos y haciéndoles preguntas. “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?”1 Tales son sus primeras palabras registradas, y constituyen la nota dominante de toda su vida. Aunque regresó con ellos a Nazaret, y continuó sujeto a ellos, sin embargo, no hay duda de que las visitas periódicas a Jerusalén tuvieron una influencia importante en la formación de su carácter, y la maduración de sus planes. No podemos evitar hacernos la pregunta: ¿Cómo llegó Jesús a tener conciencia de su naturaleza y personalidad divinas? ¿Le llegó a su mente repentinamente, o le llegó gradualmente, así como la personalidad consciente de un niño común? ¿Surgió de las conversaciones tranquilas en el hogar, acerca de las maravillas de su nacimiento, o 1 Lucas 2.49. surgió en sus adentros? Tales preguntas nos llevan más allá de nuestras profundidades y más allá de lo que se nos ha revelado. Parece claro, no obstante, que a los doce estaba plenamente consciente de su parentela divina.
4. Lecciones de los años de silencio. De una manera pública, Jesús anduvo en los negocios de su Padre sólo durante tres años; sin embargo, él estuvo, con toda certeza, haciendo las obras de Dios durante los años de silencio, tal como lo hacía cuando enseñaba a las multitudes o moría por nuestros pecados. Lo que Jesús hizo fue medido por lo que él era; y él llegó a ser lo que era, a través de treinta años de crecimiento, “en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”.2 La más grande necesidad del mundo es el carácter; y no se desperdician años de preparación, cuando éstos se invierten en producir aquella clase de hombría que salió de la oscuridad de Nazaret.

II. EL MINISTERIO DEL BAUTISTA
1. El avivamiento de la profecía. Cuatro siglos han pasado desde que la última voz de la profecía pública fuera expresada. El último profeta hebreo (Malaquías 4.5–6), así como Isaías (40.3), habían anunciado un precursor del Mesías. Al momento de la anunciación, y nuevamente, al nacer, Juan había sido señalado como el precursor. Después del detallado relato de su nacimiento y circuncisión, un solo versículo (Lucas 1.80) contiene todo lo que se registra de él por treinta años. Había de ser nazareo desde el nacimiento (Lucas 1.15; cf. Números 6.1–5); y cuando emergió del desierto, lo hizo en el tosco atuendo de los antiguos profetas hebreos. Su prolongado aislamiento lo pasó sin duda, en autodisciplina y profunda meditación en los pecados de aquel tiempo, y en las visiones proféticas del Mesías y su reino. No buscó las ciudades, sino que predicó en el desierto, una región de baja densidad de población a lo largo del Jordán.
2. El poder de su ministerio. Su ministerio de dos años logró más que muchos ministerios de cincuenta años. “Ninguna señal hizo” (Juan 10.41), pero pronto tuvo a la nación a sus pies. No fueron sólo gentes rurales toscas, sino también los cultivados escribas y fariseos, los que acudieron en masa a oír a este segundo Elías. Los hombres sentían que allí estaba, por fin, un hombre con un mensaje para las almas de ellos. No se ocupó, tal como los maestros de su tiempo, con las cuestiones de la menta, el anís y el comino, las anchas filacterias o la distancia que se podía andar en un día de reposo. Era parte de su misión el hacer un llamado a la nación a salir del vacío a la realidad. Reprendió la violencia de los soldados, la extorsión de los publicanos, la hipocresía de los fariseos, el egoísmo de todos (Lucas 3.10–14).

3. El reino se ha acercado. El ministerio de Juan no acabó en sí mismo. Era preparatorio. El encargo era: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Negó ser el Cristo, pero se apropió de la voz preparatoria (Juan 1.19–23). Para recalcar su mensaje, bautizó con el bautismo de “arrepentimiento” y “de perdón”, al mismo tiempo llamando a los hombres a creer en “aquel que vendría”, y quien había de bautizar en Espíritu Santo (Marcos 1.7–8; cf. Hechos 19.4). Despertar a la dormida nación, despertar su conciencia, avivar la llama de la expectación mesiánica, primero centrarla en sí mismo, y después trasladarla a Jesús —tal fue la meta y resultado de su breve ministerio.

4. El bautismo de Jesús. El clímax vino con el bautismo de Jesús. En medio de la multitud pecadora venía un día el hijo, exento de pecado, de María. No conocemos acerca de que se hubiesen conocido alguna vez. Lo cierto es que Juan todavía no lo conocía como Mesías (Juan 1.31–34). Pero el profeta, con voz de león, el cual se podía enfrentar a fariseo y a rey, se inclinó con profunda humildad ante la hombría sin par de
Jesús: “Yo necesito ser bautizado por ti; ¿y tú vienes a mí?”.4 El bautismo de Jesús fue, a fin de cuentas, diferente al de nosotros; no fue ni un “bautismo de arrepentimiento” ni de “perdón de pecados”. Sin embargo, estaba investido de profundo significado, tanto para Juan como para Jesús. Para Juan, los cielos abiertos, el Espíritu que descendía, la voz divina que decía: “Este es mi Hijo”,5 no dejaron ninguna duda de que éste era el Mesías, ante el cual, él debía empequeñecerse. Para Jesús, así como para nosotros, el bautismo marcaba una crisis en la vida; El Espíritu le fue conferido; su condición de
Hijo de Dios se le hizo propia. “Santo y puro como lo era, antes de hundirse en el agua, debió haberse levantado de ella con una luz de una gloria más alta en su semblante. Su vida pasada se cerraba; una nueva era se abría. Era el verdadero momento de su entrada a una nueva vida. Los años del pasado habían sido sepultados en las aguas del Jordán. Entró a ellas como Jesús, el Hijo del Hombre; y salió de ellas como el Cristo de Dios”.

5. La tentación. Jesús está ahora en el umbral de entrada a su gran ministerio. A través de treinta años su naturaleza humana ha madurado para convertirse en un instrumento digno de lo divino. Sus planes fueron igualmente madurados. ¿Tendrá él, las agallas de convertirlos en realidad hasta el final? Esa era la pregunta que la tentación había de responder. La clave de ello se ha de encontrar en las expectaciones judías de un Mesías político, obrador de milagros. ¿Vino el tentador con apariencia externa; o atacó a Jesús de la manera que tan a menudo y con tanto éxito nos ataca a nosotros, por medio de sugerencias pecaminosas a lo interno? Puede que jamás lo sepamos. Lo que sabemos es que la tentación vino de tres formas: a. Por medio del apetito corporal. — “… di que estas piedras se conviertan en pan”; una tentación a 1) desconfiar del cuidado de su Padre, 2) usar su poder para obrar milagros para sí mismo. Pero aquel que “no vino para ser servido, sino para servir”, b. Por medio de su confianza en Dios. — “… échate abajo” desde alguna torre del templo. Pero aquel que no desconfiaba del cuidado de Dios no iba a presumir de ese cuidado para asombrar a la multitud.
c. Por medio de sus planes de dominar.
 Jesús es el Mesías. Él ha de reinar sobre toda la tierra. “… si postrado me adorares”. No esperes la conquista lenta por medios espirituales. Usa de armas carnales. Alíate con las esperanzas terrenales de tu pueblo. ¿Qué tronos no ganarías? Fue la tentación a la cual Mahoma se rindió, cuando desenvainó la espada, y a la cual la iglesia se ha rendido, cada vez que ha recurrido a la fuerza. Jesús triunfó, y el tentador “se apartó de él
por un tiempo”, tan sólo para regresar en la persona de los celosos escribas, las conspiraciones de Judas y el concilio, y en el odio que rugió alrededor de la cruz. Pero ningún asalto pudo contra el alma resuelta de aquel que fue “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4.15). 

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PERIODO DEL ANONIMATO

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Período del anonimato
Desde el regreso al Jordán hasta el regreso a Galilea
Juan 1.29—4.54
Características del período.

Este período abarca nueve o diez meses desde finales del invierno a los comienzos del próximo invierno. Los registros de éste son pocos y fragmentarios. Por esta razón, y dado el hecho adicional de que Jesús entró a la notoriedad pública en forma gradual, es que se le llama período del anonimato. Éste transcurrió, principalmente, en Judea, y estamos en deuda con Juan, por lo poco que sabemos del mismo. Fue un año de enseñanza, en vez de mucho obrar de milagros, y de enseñanza en privado y personal, en lugar de discurso público. El ministerio de Juan continuó, aunque comenzó a menguar ante el poder creciente de la obra de Jesús (Juan 4.1–3). Los primeros días transcurrieron en Galilea; la porción más grande del período transcurrió en Judea.

I. EL PRIMER MINISTERIO EN GALILEA
1. Los primeros discípulos. Después de la tentación, Jesús regresó al Jordán, para dar inicio a su histórico ministerio. Allí fue señalado por el Bautista como el Cordero de Dios. Cinco jóvenes, discípulos de Juan, en parte por el testimonio de éste, pero sin duda más poderosamente por la enseñanza y personalidad propias de Jesús, fueron atraídos a su discipulado. Los discípulos de Juan no fueron en un solo cuerpo a Jesús; sin embargo, durante todo este período, Jesús comenzó a crecer y Juan a decrecer; y el precursor cuya alma era grande, así lo consentiría (Juan 3.25–30). Los nombres de estos primeros cinco discípulos no deberían ser olvidados. Estos son: Juan, Andrés, Pedro, Felipe y Natanael. 

2. El primer milagro. Jesús inmediatamente dejó el bajo Jordán, con los nuevos discípulos que acababa de encontrar, para ir en una corta excursión a su propia provincia de Galilea. La ocasión del primer milagro fue una boda en Caná, cerca de Nazaret. Aquí se encontró con su madre, y llevó a cabo la primera de aquellas grandes obras que llamamos milagros. Una generosa hospitalidad es una virtud oriental muy importante; y Jesús evitó una inminente sombra sobre ésta durante las festividades, cuando convirtió el agua en vino.
“El agua consciente vio a su Señor y se sonrojó”
Un milagro es un milagro. Es inútil filosofar acerca de él. Comprendemos su naturaleza en tan poca medida como comprendemos los procesos ordinarios de la naturaleza. Jesús mismo fue el más grande los milagros —el milagro moral de las edades. Lo que es sobrenatural para nosotros era natural para él. Así como Dios es la clave que explica la creación, Jesús mismo es la clave que explica sus obras milagrosas.
3. Conclusión de su ministerio galileo. En compañía de su madre y sus discípulos,
Jesús hizo una visita a Capernaum, la cual después convirtió en el centro de su ministerio en Galilea. De allí él fue a la capital de la nación, Jerusalén. Así terminó su primer ministerio en Galilea. El registro, aunque breve, provee dos interesantes contrastes con el ministerio de Juan: 1) Jesús había de ser un obrador de milagros; 2) Él se entremezcló con la gente común. Juan era un recluso, que rehuía los lugares en donde vivían los hombres, que predicaba en el desierto. El que vino a redimir a la humanidad se entremezclaba, libremente, con todas las clases, compartiendo la hospitalidad del rico, entrando al hogar del pobre, pronunciando discursos en la sinagoga y en privado en las casas, en el desierto solitario y en las bulliciosas orillas del mar, en la aldea campestre, en la bulliciosa ciudad de mercados, y en la misma ostentosa capital.
II. EL PRIMER DEL MINISTERIO EN JUDEA
1. Introducción El ministerio de Jesús en Galilea había sido, aparentemente, de carácter privado, y estaba dirigido, principalmente, a confirmar la fe de los discípulos (Juan 2.11). Él ahora entra a la fase de carácter más público de su ministerio, en la misma capital de la nación. Así, a Judea y Jerusalén y a los gobernantes de la nación se les dio de primeros, la oportunidad de aceptarlo como el Mesías. No fue sino hasta que ellos lo hubieron rechazado que él se volvió a la evangelización de Galilea.
2. La purificación del templo. El celo por la adoración espiritual, y por la pureza de vida, había caracterizado a los antiguos profetas. El joven Profeta inicia su obra en Jerusalén con el mismo espíritu. La necesidad de miles de animales para las ofrendas, había convertido el atrio del templo en un corral de ganado; a la vez que había comisionistas negociando con sus clientes en los corredores del templo mismo. Con la autoridad que siempre revisten las intensas convicciones morales, Jesús echó los rebaños y a los comisionistas del templo.1 Su valeroso acto no despertó ninguna simpatía entre los sórdidos gobernantes. Más bien, provocó la hostilidad en ellos. Jesús, al ser rechazado en la capital, se retiró a los distritos de la campiña de Judea.
3. La conversación con Nicodemo. Durante su permanencia en la ciudad, Jesús había dado pruebas de su condición de Mesías al obrar algunos milagros (Juan 2.23; 3.2; 4.45). Por lo menos uno de los gobernantes, un fariseo llamado Nicodemo, no compartía la hostilidad propia de los de su clase. Por la entrevista nocturna de éste, con el joven Maestro, le debemos uno de los más profundos discursos sobre la naturaleza espiritual de su reino, que jamás salió de labios de Jesús.2
4. El ministerio campestre: El último testi1 Esta purificación del templo en la primera Pascua del ministerio de Jesús no debe confundirse con otra que hizo en la última Pascua (cf. Mateo 21.12). 2 Es común decir que Nicodemo vino de noche por temor de los judíos. Es posible pero no probable. Lo poco que sabemos de él más favorable (cf. Juan 7.50; 19.39). Lo más probable es que vino de noche para asegurarse de que tendría una entrevista ininterrumpida. monio de Juan. Al ser echado de la ciudad Jesús se retiró, tal como lo hemos visto, al campo (Juan 3.22). No hay incidentes que se preserven; pero podemos inferir, de lo que dice Juan 4.35, que Jesús permaneció en Judea ocho meses. Que su ministerio fue fructífero y creciente, es algo que se muestra en los celos de los discípulos de Juan (Juan 3.26). Son innumerables las batallas que se han perdido por los celos de generales. Juan fue vaciado en un molde diferente; y los celos naturales de sus discípulos proveen la ocasión, tanto para observar un refrescante contraste de su parte, como para escuchar su último noble tributo al Mesías, antes de que él mismo tuviera que menguar.
5. Final del principio de su ministerio en Judea. Juan había sido rechazado por los fariseos (Lucas 7.30). Ellos estaban aún más llenos de hostilidad en contra del mayor éxito y mayor nivel de espiritualidad de Jesús. Esta hostilidad de los fariseos, posiblemente también los celos de los discípulos de Juan, pero por encima de todo, el hecho de que a Juan se le encarcelara, fue lo que llevó a Jesús a cambiar de escenario para sus labores; de Judea pasó a Galilea (cf. Juan 4.1–3; Mateo 4.1–12).
6. La mujer de Samaria. Samaria, con su despreciada raza, se situaba entre Judea y Galilea. Los judíos, por lo general, evitaban el pasar hacia el este del Jordán. Pero
Jesús ya estaba muy lejos, al norte de Judea; además el prejuicio nacional no podía tener cabida en su seno. Juan ha preservado la conversación con la mujer samaritana. La maravillosa luz de su vida y palabras ya han llevado convicción a Juan,
Andrés y Pedro, y a grandes multitudes; pero es significativamente hermoso que la más temprana y distintiva declaración de su condición de Mesías que se registra, fue hecha a una anónima mujer de una raza extranjera. 

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EL GRAN MINISTERIO EN GALILEA

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El gran ministerio en Galilea
Desde el regreso a Galilea 
hasta la fiesta de los Tabernáculos


Introducción.:
a. Tiempo y lugar.— Este período abarca cerca de un año y nueve meses —más de la mitad del ministerio de Jesús. En los primeros meses, él hizo una singular visita a Jerusalén. Los últimos seis meses están marcados por una serie de salidas hacia provincias al norte y al este de Galilea. Con estas excepciones, Galilea fue el escenario, y Capernaum el centro, de esta importante porción del ministerio de Jesús.
b. Características.— Fue un período de: 1) Intensa actividad. Estuvo lleno de viajes, de milagros y poder, de discursos en público y de enseñanza en privado, con frecuentes retiros para orar tarde durante la noche o temprano durante la mañana. 2) Popularidad con las masas. Las multitudes de todas partes y clases se asían de sus palabras, eran testigos, o experimentaban en sus propias personas, su divino poder, y así bloquearon su paso por las ciudades al punto que a menudo recurrió a irse al campo abierto. 3) La creciente hostilidad de los escribas y fariseos, y al final, de Herodes Antipas. 4) En los últimos meses, pérdida de la popularidad entre las masas, y consecuentes salidas de Galilea.

I. FASE PRIMERA O PREPARATORIA - HASTA EL SEGUNDO LLAMAMIENTO DE DISCÍPULOS
1. El rechazo en Nazaret (Lucas 4.14–30). Había una aldea en Galilea donde uno creería que, el chico Jesús debía haber sido bien conocido y amado. Fue un año completo, o más, dado que Jesús había salido de Nazaret para ser bautizado. Ahora, él regresaba para ofrecerse a sí mismo, a la fe de los hombres allí, tal como lo había hecho en Jerusalén. Cuando estaba en el camino obró un segundo milagro en Caná al llevar a cabo la sanidad del hijo de un noble (Juan 4.46–54), y es probable que enseñara cuando iba en camino hacia el hogar de su niñez. El resultado, en Nazaret, fue muy parecido al obtenido en Jerusalén. Este joven carpintero, —¿qué derecho tenía él de enseñarles a ellos? Es un triste comentario acerca de la ceguera de los hombres, que el mismo pueblo, en medio del cual Jesús había vivido por treinta años, fuera el primero en buscar la manera de acabar con su vida.
2. Capernaum es escogida (Mateo 4.12–16). Al salir de Nazaret, Jesús vino a Capernaum. Era un bullicioso centro de población y comercio, al noroeste del mar de Galilea, fue bien escogido como el centro de su gran ministerio en Galilea. Por casi dos años, Jesús no pareció haber estado ausente muchas semanas, a la vez. De Capernaum salía a sus giras; y a ella regresaba. Aquí estaba su hogar, si se puede decir de él que tuvo un hogar, en todo este período.
3. Pesca milagrosa y segundo llamamiento de discípulos (Mateo 4.18–22; Lucas 5.1–11). Poco después de la selección de Capernaum, Jesús hizo un segundo y más significativo llamamiento de discípulos. Éste ocurrió en conexión con una pesca milagrosa, la cual impresionó profundamente a todos ellos. Pedro y Andrés, Santiago y Juan eran pescadores. Tres de ellos estuvieron entre los primeros cinco discípulos
(Juan 1.35–42). Este llamado posterior difirió del anterior en dos aspectos: los apegó más permanentemente a Jesús, y fue un llamamiento distintivo al ministerio. Esta reunión alrededor de él, de un cuerpo más permanente de discípulos, las semillas del futuro apostolado, marca el final de la fase preparatoria. 

II. SEGUNDA FASE —HASTA ELNOMBRAMIENTO DE LOS APÓSTOLES
Y EL SERMÓN DEL MONTE
1. Un día de reposo memorable en Capernaum (Marcos 1.21–34). Jesús regresó con sus cuatro discípulos a Capernaum, e inmediatamente entró en un ministerio público, intensamente activo. Entrando a la sinagoga enseñó con tal poder que “todos se asombraron”. Pero lo que les causó mayor asombro fue la sanidad de uno de aquellos desafortunados a los que llamaban endemoniados. Fue el primer milagro de Jesús en Capernaum, y la primera sanidad que se registró, de un endemoniado. Ninguno de sus milagros pareció haber asombrado a la gente más que estas victorias sobre los misteriosos poderes de las tinieblas (cf. Lucas 4.36– 37; 10.17). Éste milagro lo siguió con la sanidad de la suegra de Pedro en la propia casa de ella, y la sanidad de multitudes afectadas en forma variada que fueron traídas por manos cooperadoras después de que el sol se puso y el día de reposo terminó.
2. Una gran gira por Galilea (Marcos 1.35–45). Escapándose muy temprano, la mañana siguiente, con el fin de tener oración en privado, Jesús fue seguido por sus discípulos. Apurándose para evitar la multitud, hizo una gira extensiva por Galilea, predicando por todo lado las buenas nuevas del reino, y sanando una variedad de enfermedades. Toda la región estaba teniendo una fiebre de conmoción; la gente acudía en masas a él, desde toda provincia de Palestina (Mateo 4.24–25). El único milagro que se menciona en detalle fue el de la sanidad de un leproso.
3. La sanidad de un paralítico —Comienzos de la oposición (Marcos 2.1–12).
Por un año completo o más, continuó la popularidad de Jesús con las masas. Pero había rezongos de hostilidad que pronto se empezaron a oír, de los escribas y fariseos, los custodios de las costumbres. La crítica de ellos surgió en conexión con la sanidad de un paralítico. Desde este momento en adelante, hubo espías enviados por las autoridades de Jerusalén y en todo lugar éstos continuaron siguiéndole los pasos a Jesús.
4. El llamamiento y festín de Mateo (Mateo 9.9–13; Lucas 5.27–32).
Otra causa por la que se ofendieron los rangos superiores fue la clase de gente que se reunía alrededor de Jesús. Los publicanos, como todos los de su clase, eran codiciosos y extorsionistas; y, por ser instrumentos del gobierno romano, ellos eran despreciados por los judíos. Uno de éstos, Mateo, o Leví, llegó a ser un discípulo, e hizo un gran
festín para su Maestro, al cual muchos publicanos y pecadores fueron invitados. A la crítica de los fariseos debemos aquellas hermosas palabras que dicen: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”.
5. La hija de Jairo —el milagro parentético (Marcos 5.22–43). Jesús había demostrado su poder sobre la enfermedad, la naturaleza y los demonios. Todavía faltaba demostrar su poder sobre la muerte. Durante el discurso en el festín dado por Mateo, o después de éste, el principal de la sinagoga de Capernaum vino a interceder a favor de su hija, la cual estaba a punto de morir. A un llamado tal, Jesús jamás prestó oídos sordos. En el camino ocurrió la sanidad de una mujer que tenía flujo de sangre, lo cual ha sido llamado con toda razón, el milagro parentético. Al llegar a la casa de Jairo, encuentran a la pequeña niña que estaba ya durmiendo el sueño de la muerte; pero aquél que vino a redimir del pecado y del sepulcro, le devolvió la doncella, viva y salva, a sus padres.
6. La segunda Pascua (Juan 5.1–47).
Los sinópticos sólo mencionan una Pascua, aquella cuando Jesús fue crucificado. Si la “fiesta” de Juan 5.1, es una Pascua, entonces Juan menciona cuatro, en total. De todas formas, en este momento de su ministerio Jesús visita Jerusalén. El único incidente registrado es la sanidad de un paralítico, sin ayuda, junto al estanque de Betesda. Era un día de reposo, y la crítica de los judíos hizo que se diera el extendido discurso que se menciona en el capítulo quinto de Juan.
7. Más crítica por el día de reposo (Mateo 12.1–14). Cuando estaba de regreso hacia Galilea, los discípulos de Jesús fueron criticados por arrancar espigas y comerlas, el día de reposo. Pudo ser en Capernaum, o en alguna aldea del camino, que Jesús fue criticado por sanar a un hombre que tenía la mano seca, el día de reposo. En este último caso sus enemigos fueron al extremo de hacer planes para matarlo, lo que constituye una llamativa ilustración del formalismo e inutilidad de la religión de ellos.

8. Los doce y el sermón del monte (Mateo 5—7). A pesar de lo poderoso que fue el ministerio personal de Jesús, éste, sin embargo, fue breve. Si su influencia había de ser permanente, debía entonces proveerse de testigos facultados y entrenados, de sus sublimes hechos. Para este propósito, del cuerpo de sus discípulos, Jesús escogió a doce para entrenamiento e instrucción especiales. Luego sigue lo que será conocido para siempre como el sermón del monte. Se trata del discurso en público más extenso de Jesús, que nos ha llegado. Es un resumen sublime de los principios de su reino, y encierra tanto las verdades fundamentales, así como los marcados contrastes, de la ley que fue dada en el Sinaí. Fue pronunciado a los doce y al más amplio círculo de discípulos, pero en presencia de una vasta multitud heterogénea que se había reunido, de gente proveniente de cerca y de lejos. La elección de los doce y el sermón del monte marcaron un punto decisivo en el ministerio de Jesús. Los maestros legales de la nación lo habían rechazado; pero las transacciones de este día en el monte, el reiterado “yo os digo”, era una declaración en público de que un nuevo orden de cosas estaba por empezar.

III. TERCERA FASE —HASTA LA ADOPCIÓN DE ENSEÑANZA POR
PARÁBOLAS
1. Continuación de labores. Jesús continuó su gran obra misionera en Capernaum y alrededor de ésta. La sanidad del siervo de un centurión romano (Mateo 8.5–13) le proveyó una ilustración de gran fe, en un gentil y un vislumbre profético de la universalidad de su reino. Una segunda vez levantó muertos, cuando le devolvió la vida al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7.11–17). Uno de los incidentes más conmovedores, de todo el ministerio de Jesús pertenece a este período. Estando Jesús junto a la mesa de un fariseo, una mujer penitente le lavó los pies a Jesús con sus lágrimas, los ungió con un costoso perfume (Lucas 7.36–50). La crítica por parte del anfitrión hizo que saliera de labios de Jesús la hermosa lección sobre los dos deudores.

2. El testimonio que dio Jesús a Juan (Lucas 7.18–35). El encarcelamiento de Juan había sido una causa de que Jesús dejara Judea. Por un año, el Listas de apóstoles

Mateo 10.2–4............Marcos 3.16–19.................Lucas 6.14–16..................Hechos 1.13
Simón Pedro.............Simón Pedro......................Simón Pedro.....................Simón Pedro
Andrés......................Jacobo................................Andrés..............................Jacobo
Jacobo......................Juan…………………………Jacobo…………………….Juan
Juan………………….Andrés………………………Juan……………………….Andrés
Felipe………………...Felipe………………………..Felipe……………………..Felipe
Bartolomé……………Bartolomé…………………...Bartolomé………………..Tomás
Tomás………………..Mateo………………………..Mateo……………………..Bartolomé
Mateo…………………Tomás………………………Tomás……………………..Mateo
Jacobo hijo…………..Jacobo hijo…………………Jacobo hijo………………..Jacobo hijo
de Alfeo………………de Alfeo…………………….de Alfeo…………………….de Alfeo
Lebeo…………………Tadeo……………………….Simón……………………...Simón Tadeo…………………………………………………Zelote………………………Zelote
Simón el……………….Simón el……………………Judas, her-………………..Judas,her- cananista………………cananista…………………..-mano de………………….-mano de
………………………………………………………….Jacobo…………………….Jacobo
Judas Iscariote….........Judas Iscariote..................Judas Iscariote —

Espíritu de águila de Juan había sido enjaulado en el “Castillo Negro”, que se encontraba en la orilla oriental del Mar Muerto. Había visto a los cielos abrirse, y oído la voz divina, en el momento del bautismo de Jesús, y había señalado a éste como el
Mesías. Pero Jesús no estaba haciendo la obra que Juan esperaba. Herodes y Pilato y Caifás estaban todavía en el poder. ¿Por qué no tamizar la nación, quemar la paja, y reinar en justicia? Tal vez fue con tales pensamientos que Juan envió a dos de sus discípulos a Jesús a preguntarle: “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?”. Jesús los envió de regreso, con noticias de la beneficiosa obra que él estaba haciendo, y luego pronuncia su elevado elogio de Juan.

3. La adopción de la enseñanza por parábolas (Mateo 8; Marcos 4.1–34).
Hemos llegado al primer gran grupo de parábolas de Jesús. Ocurren otros dos grupos grandes, uno durante el ministerio en Perea, y el otro el último día de trabajo en público de nuestro Señor. La introducción de la forma parabólica fue una sorpresa para sus discípulos (Mateo 13.10). La clave para ello se encuentra en la cada vez más profunda hostilidad e hipocresía sin esperanza de los escribas y fariseos. Milagro tras milagro de beneficencia se había llevado a cabo; sin embargo atribuían su poder al príncipe de los demonios (Mateo 12.22–37), y luego tuvieron la desfachatez de pedir una señal de parte de él (Mateo 12.38–45). Jesús expresa su sentido de la enormidad del pecado de ellos, al llamar al tal, el pecado en contra del
Espíritu Santo, para el cual no hay perdón. Fue para evitar el precipitar un conflicto con los gobernantes, que él comenzó a ocultar su enseñanza en parábolas, las cuales explicaba en privado a sus discípulos (Mateo 13.10–16). Otra razón era, sin duda, el añadir belleza y fuerza a sus lecciones. Pero la adopción de la forma de enseñanza por parábolas marca un punto decisivo, relacionado de cerca con la creciente hostilidad de los escribas y fariseos.

IV. CUARTA FASE —HASTAEL SERMÓN PRONUNCIADO EN LA SINAGOGA DE CAPERNAUM
1. La tempestad es calmada y los endemoniados gadarenos son sanados (Mateo 8.18–34).
El día de parábolas había sido grandioso con Jesús. Había forcejeado con demonios, los enemigos habían conspirado, los amigos lo habían buscado, y él había terminado el día con sus inmortales parábolas. Cansado de sus labores dio orden de cruzar el pequeño lago, lo cual constituye la primera vez que se registra su paso por éste, aunque no la última. La repentina tempestad, la intensa alarma, el pacífico sueño del Maestro, su reprensión del mar, “Calla, enmudece”, y la calma instantánea, tanto del viento como de las olas es contada con exquisita sencillez. Puede que no sea verdad que un milagro es más grande que otro; pero todavía es verdad que ciertos milagros asombraron a los testigos presenciales de una forma que otros no lo hicieron. Esto fue lo que dijeron: “¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”. Sobre la orilla oriental Jesús obró otro de aquellos milagros que llenaron a los hombres de asombro. Dos endemoniados lo hallaron, uno de los cuales estaba afligido con una legión de demonios. Los gadarenos fueron maravillados con la visión de los feroces endemoniados, ahora vestidos y sanos, pero se enojaron por la pérdida de sus cerdos; y
Jesús, cediendo a los ruegos de ellos, volvió a cruzar el mar para ir a la orilla occidental.
2. La primera misión de los doce (Mateo 9.35—11.1). Después de regresar a Galilea, Jesús hizo una segunda y ultima visita a la ciudad en la cual creció; pero los nazarenos una vez más lo rechazaron. Pero el trabajo debía seguir. Es demasiado para uno solo, y es tiempo de que los doce sirvieran una pasantía en el arte de predicar. En consecuencia los comisionó a hacer una gira por Galilea, de dos en dos, para predicar y obrar milagros. Mientras tanto, Jesús continuó sus propias labores. Debería hacerse notar que la misión de los doce, así como la misión personal de Jesús y la de Juan, era preparatoria. Estaba limitada a las ovejas perdidas de la casa de Israel, y el encargo era: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado”.
3. Muerte de Juan el Bautista (Mateo 14.1–12). En conexión con lo anterior, la muerte de Juan, la cual había ocurrido algún tiempo atrás, es narrada. Herodes Antipas se había casado con Herodías, la esposa de su hermano Felipe, quien todavía vivía. Juan no titubeaba en reprender los pecados de un gobernante. La inescrupulosa Herodías no tenía paz, y no le daba ninguna a
Herodes, hasta que se aseguró, primero, de que Juan el Bautista fuera encarcelado, y luego martirizado. Cuando la fama de las poderosas obras de Jesús llegaron a oídos de Herodes, esto fue lo que dijo: “Es Juan el Bautista, que ha resucitado de los muertos”.
4. La alimentación de los cinco mil y el sermón sobre el pan de vida (Juan 6). Los doce regresaron de su gira por Galilea, y Jesús se retiró con ellos para descansar y para darles instrucción, en privado, al poco poblado distrito al este del lago. Pero todavía la multitud acudía en masa a oírlo, y todavía él les enseñaba. La noche se acercaba; y la gente estaba lejos de casa, sin tener nada que comer. Con una compasión que era sensible a cada necesidad del hombre, Jesús multiplicó los pocos panes y peces, hasta que todos estuvieron saciados. Fue el clímax de su popularidad. La multitud estaba determinada en hacerlo rey. Fue un regreso de la tercera tentación. Pero Jesús no sería la clase de Mesías que ellos querían. Despidiendo la multitud, y enviando los doce, a través del mar, se escapó a la soledad de las montañas. Posteriormente, en la noche vino caminando hacia ellos sobre el mar, en medio de la tormenta. La alimentación de los cinco mil es el único milagro registrado por todos los evangelios. Juan es el único que ha preservado el sermón, pronunciado en la sinagoga de Capernaum, el cual resultó de la multiplicación de los panes. Allí se enfoca a sí mismo como el pan de vida. La multitud entusiasta comienza a ver que él no es la clase de Mesías que ellos buscaban. Si él hubiera cedido a los bajos ideales de ellos, y se hubiera contentado con ser un rey terrenal, se podía haber subido al poder supremo inmediatamente. No era a eso que él había venido. El camino para la redención humana era, para él, el camino de la cruz.
Este gran sermón, pronunciado en la sinagoga de Capernaum, marca otro punto decisivo en la vida de Jesús. “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6.66). Los escribas y fariseos lo han odiado por largo tiempo; los gadarenos y los hombres de Nazaret lo han rechazado; Herodes Antipas está comenzando a tener un interés peligroso en él; y ahora sus propios discípulos se están yendo, decepcionados.

V. QUINTA FASE —HASTA LA SALIDA FINAL DE GALILEA EN LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS
1. Tiempo que duró. Jesús no asistió a la tercera Pascua de su ministerio. Ella ocurrió cerca del tiempo, cuando se alimentó a los cinco mil (Juan 6.4). La fase final del ministerio en Galilea, por lo tanto, duró cerca de seis meses, desde abril hasta octubre.
2. Nuevos aspectos. Este período presenta nuevos y marcados contrastes. Fue un período de:
a. Andar errante. — Jesús visitó Fenicia, el distrito de Basán y Decápolis en sucesión. No obstante, no cesó sus labores en Galilea. b. Aislamiento. — Jesús invariablemente evitó las multitudes, y buscó estar a solas con los doce. c. Instrucción en privado.— Son pocos los milagros y es poca la enseñanza en público que se registran. Está entrenando a los doce en los fundamentos de su reino, y preparándolos para su muerte que se le acercaba (cf. Mateo 16.21–23; 17.9; Marcos 9.30–32).
3. Visita a Fenicia (Mateo 15.21–28). Aquel cuya misión es salvar a los hombres de todas las tierras no fue, sino solo una vez, más allá de los suyos. Sólo un incidente de esta visita se registra —la sanidad de la hija de la mujer sirofenicia. La fe de ella, tan humilde, tan inconquistable, debió haber traído alivio refrescante después de la hipocresía de los fariseos y la inconstancia de los galileos. Al pasar por Tiro y Sidón, Jesús hizo un gran desvío hacia Decápolis. Aquí multitudes le rodearon una vez más, y una vez más alimenta milagrosamente, a un número de cuatro mil. Después de cruzar el lago, regresó nuevamente a Galilea. Es importante notar que durante todo esta fase del ministerio en Galilea, mientras Jesús hace giras extensas fuera del territorio de Herodes Antipas, él todavía mantiene a Galilea como el centro del cual sale, y al cual regresa.
4. La visita a Cesarea de Filipo; la gran confesión (Mateo 16). Al regresar Jesús a Galilea, los fariseos, ahora reforzados por los saduceos, renovaron los ataques de ellos (Mateo 16.1–4); y, cuando Jesús salía en su gira por el territorio de Herodes Felipe, él solemnemente advirtió a sus discípulos de la “levadura” de los fariseos y los saduceos. El final de su ministerio se está acercando. Jamás había alegado formalmente ser el Mesías. Había preferido que esa verdad entrara a las mentes de los hombres, a través de las obras que hacía, las verdades que hablaba, la vida que vivía. Pero había llegado el momento de probar los resultados, y de convertir la callada convicción de ellos, en una abierta confesión. Después de una sesión de oración solitaria, Jesús, les plantea dos preguntas a los doce:
“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”.
Las diferentes respuestas muestran cuán completamente el público había fallado en comprenderlo a él y a su misión.
“¿Quién decís que soy yo?”.
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.
Es imposible pecar por exageración al darle importancia a esta confesión. Suponga que ellos, también hubiesen fallado en captar la verdad. Fue Pedro quien habló; no en nombre de sí mismo, sino de los doce. Luego, la obra de Jesús no había sido un fracaso. Él ve, en el pequeño círculo a su alrededor, al germen de su futura iglesia, y en la confesión de Pedro, la verdad sobre la cual la tal iglesia había de ser edificada, el verdadero “credo apostólico”. Pero, por el momento no debe proclamarse. Una vez que los hubo encomendado a su condición de Mesías, Jesús procede a revelar lo que esta condición conllevaba —rechazo, muerte, resurrección. Pedro, quien todavía estaba envuelto en las vendas de concepciones carnales, protesta. Esto fue lo que Jesús le respondió: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”, es la reprensión inmediata del Maestro; y la continúa con una lección, la cual todavía es necesaria hoy día, en el sentido de que el discipulado, también, significa negación de sí mismo, llevar la cruz, antes de llevar la corona.
5. La transfiguración (Mateo 17.1–13). Durante todo este período Jesús anduvo en medio de sombras que oscurecían el panorama cada vez más: detrás de él, el rechazo de los galileos; ante sí, la cruz; sin embargo a su alrededor, la banda de discípulos todavía fieles; por encima de él, el inalterable amor del Padre. Antes de regresar nuevamente a enfrentar a sus enemigos en Galilea, y los más hostiles enemigos de Judea, una espléndida demostración de la presencia y aprobación divinas le fue concedida a él. La escena de la transfiguración fue hecha, en parte para los discípulos, pero principalmente para el Maestro de ellos. Fueron testigos de ello, los tres elegidos —Pedro, Santiago y Juan. Cuando él estaba absorto en oración ferviente, lo divino, rompiendo a través del velo de lo humano, vistió el rostro y la indumentaria con resplandor celestial. Moisés el mediador, y Elías el gran reformador, del Antiguo Pacto, aparecieron, hablando con él acerca de su deceso, que estaba por suceder en Jerusalén; mientras que de los cielos, así como cuando estuvo en el Jordán, vino la voz: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia”, añadiendo significativamente: “a él oíd”. Fue en realidad una escena llena de significado. La memoria de ella continuó por largo tiempo, en la mente de uno de los apóstoles (2 Pedro 1.16–18). Los profetas y los apóstoles, el Antiguo Testamento y el Nuevo, el cielo y la tierra, tuvieron un encuentro allí. Para Jesús, esto había de ser el sello de la aprobación del Padre, de un ministerio casi sin fruto, y la certeza de que estaría con él hasta el final. Para los discípulos significó que la confesión de ellos no había sido un error, ni que estaban equivocados en cuanto a la base sobre la cual descansaba la confianza de ellos; al punto que de allí en adelante debían oír y predicar no a Moisés, sino a Cristo. Pero nuevamente, el sello de un silencio temporal se puso en sus labios. El valor pleno de la visión se podía ver sólo a la luz de la resurrección y de la ascensión. Al descender del monte donde había tenido la visión, Jesús sana a un endemoniado epiléptico, y regresa a Capernaum, todavía esforzándose por preparar a los discípulos para la inminente tragedia que había de suceder en Jerusalén.
6. Fin del ministerio en Galilea. Jesús no se quedó mucho tiempo en Galilea. Su gran obra allí, estaba hecha. Esquivando a las multitudes, obrando pocos milagros, si es que alguno obró, se limitó a continuar imprimiendo todavía más, en las mentes de los discípulos el carácter espiritual de su reino, y la necesidad de que tuvieran la humildad de un niño si es que habían de entrar en tal reino (Mateo 18.1–14). La gran fiesta de los Tabernáculos estaba ahora a mano, y la pequeña compañía, pasando por Samaria, fue una vez más hacia Jerusalén.

Los escritores del Nuevo Testamento

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Colosenses: Cristo, la cabeza de todas las cosas
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2 Tesalonicenses: El hombre de pecado
1 Timoteo: Los requisitos de los diáconos y Ancianos
2 Timoteo: La última carta que Pablo escribió
Tito: Poniendo la iglesia en orden
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2 Pedro: ¡Los falsos maestros están en camino!
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2 Juan: Perseveren en la verdad
3 Juan: Gayo, Diótrefes, Demetrio
Judas: Contender ardientemente por la fe
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