Y EL SERMÓN DEL MONTE
1. Un día de reposo memorable en
Capernaum (Marcos 1.21–34). Jesús regresó con sus cuatro discípulos a
Capernaum, e inmediatamente entró en un ministerio público, intensamente
activo. Entrando a la sinagoga enseñó con tal poder que “todos se asombraron”.
Pero lo que les causó mayor asombro fue la sanidad de uno de aquellos
desafortunados a los que llamaban endemoniados. Fue el primer milagro de Jesús
en Capernaum, y la primera sanidad que se registró, de un endemoniado. Ninguno
de sus milagros pareció haber asombrado a la gente más que estas victorias
sobre los misteriosos poderes de las tinieblas (cf. Lucas 4.36– 37; 10.17).
Éste milagro lo siguió con la sanidad de la suegra de Pedro en la propia casa
de ella, y la sanidad de multitudes afectadas en forma variada que fueron
traídas por manos cooperadoras después de que el sol se puso y el día de reposo
terminó.
2. Una gran gira por Galilea (Marcos
1.35–45). Escapándose muy temprano, la mañana siguiente, con el fin de tener
oración en privado, Jesús fue seguido por sus discípulos. Apurándose para
evitar la multitud, hizo una gira extensiva por Galilea, predicando por todo
lado las buenas nuevas del reino, y sanando una variedad de enfermedades. Toda
la región estaba teniendo una fiebre de conmoción; la gente acudía en masas a
él, desde toda provincia de Palestina (Mateo 4.24–25). El único milagro que se
menciona en detalle fue el de la sanidad de un leproso.
3. La sanidad de un paralítico
—Comienzos de la oposición (Marcos 2.1–12).
Por un año completo o más, continuó la
popularidad de Jesús con las masas. Pero había rezongos de hostilidad que
pronto se empezaron a oír, de los escribas y fariseos, los custodios de las
costumbres. La crítica de ellos surgió en conexión con la sanidad de un
paralítico. Desde este momento en adelante, hubo espías enviados por las
autoridades de Jerusalén y en todo lugar éstos continuaron siguiéndole los
pasos a Jesús.
4. El llamamiento y festín de Mateo
(Mateo 9.9–13; Lucas 5.27–32).
Otra causa por la que se ofendieron
los rangos superiores fue la clase de gente que se reunía alrededor de Jesús.
Los publicanos, como todos los de su clase, eran codiciosos y extorsionistas;
y, por ser instrumentos del gobierno romano, ellos eran despreciados por los
judíos. Uno de éstos, Mateo, o Leví, llegó a ser un discípulo, e hizo un gran
festín para su Maestro, al cual muchos
publicanos y pecadores fueron invitados. A la crítica de los fariseos debemos
aquellas hermosas palabras que dicen: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores
al arrepentimiento”.
5. La hija de Jairo —el milagro
parentético (Marcos 5.22–43). Jesús había demostrado su poder sobre la
enfermedad, la naturaleza y los demonios. Todavía faltaba demostrar su poder
sobre la muerte. Durante el discurso en el festín dado por Mateo, o después de
éste, el principal de la sinagoga de Capernaum vino a interceder a favor de su
hija, la cual estaba a punto de morir. A un llamado tal, Jesús jamás prestó
oídos sordos. En el camino ocurrió la sanidad de una mujer que tenía flujo de
sangre, lo cual ha sido llamado con toda razón, el milagro parentético. Al
llegar a la casa de Jairo, encuentran a la pequeña niña que estaba ya durmiendo
el sueño de la muerte; pero aquél que vino a redimir del pecado y del sepulcro,
le devolvió la doncella, viva y salva, a sus padres.
6. La segunda Pascua (Juan 5.1–47).
Los sinópticos sólo mencionan una
Pascua, aquella cuando Jesús fue crucificado. Si la “fiesta” de Juan 5.1, es
una Pascua, entonces Juan menciona cuatro, en total. De todas formas, en este
momento de su ministerio Jesús visita Jerusalén. El único incidente registrado
es la sanidad de un paralítico, sin ayuda, junto al estanque de Betesda. Era un
día de reposo, y la crítica de los judíos hizo que se diera el extendido
discurso que se menciona en el capítulo quinto de Juan.
7. Más crítica por el día de reposo
(Mateo 12.1–14). Cuando estaba de regreso hacia Galilea, los discípulos de
Jesús fueron criticados por arrancar espigas y comerlas, el día de reposo. Pudo
ser en Capernaum, o en alguna aldea del camino, que Jesús fue criticado por
sanar a un hombre que tenía la mano seca, el día de reposo. En este último caso
sus enemigos fueron al extremo de hacer planes para matarlo, lo que constituye
una llamativa ilustración del formalismo e inutilidad de la religión de ellos.
8. Los doce y el sermón del monte
(Mateo 5—7). A pesar de lo poderoso que fue el ministerio personal de Jesús, éste,
sin embargo, fue breve. Si su influencia había de ser permanente, debía
entonces proveerse de testigos facultados y entrenados, de sus sublimes hechos.
Para este propósito, del cuerpo de sus discípulos, Jesús escogió a doce para
entrenamiento e instrucción especiales. Luego sigue lo que será conocido para
siempre como el sermón del monte. Se trata del discurso en público más extenso
de Jesús, que nos ha llegado. Es un resumen sublime de los principios de su
reino, y encierra tanto las verdades fundamentales, así como los marcados
contrastes, de la ley que fue dada en el Sinaí. Fue pronunciado a los doce y al
más amplio círculo de discípulos, pero en presencia de una vasta multitud
heterogénea que se había reunido, de gente proveniente de cerca y de lejos. La
elección de los doce y el sermón del monte marcaron un punto decisivo en el
ministerio de Jesús. Los maestros legales de la nación lo habían rechazado;
pero las transacciones de este día en el monte, el reiterado “yo os digo”, era
una declaración en público de que un nuevo orden de cosas estaba por empezar.
III. TERCERA FASE —HASTA LA ADOPCIÓN DE ENSEÑANZA
POR
PARÁBOLAS
1. Continuación de labores. Jesús
continuó su gran obra misionera en Capernaum y alrededor de ésta. La sanidad
del siervo de un centurión romano (Mateo 8.5–13) le proveyó una ilustración de
gran fe, en un gentil y un vislumbre profético de la universalidad de su reino.
Una segunda vez levantó muertos, cuando le devolvió la vida al hijo de la viuda
de Naín (Lucas 7.11–17). Uno de los incidentes más conmovedores, de todo el
ministerio de Jesús pertenece a este período. Estando Jesús junto a la mesa de
un fariseo, una mujer penitente le lavó los pies a Jesús con sus lágrimas, los
ungió con un costoso perfume (Lucas 7.36–50). La crítica por parte del
anfitrión hizo que saliera de labios de Jesús la hermosa lección sobre los dos
deudores.
2. El testimonio que dio Jesús a Juan
(Lucas 7.18–35). El encarcelamiento de Juan había sido una causa de que Jesús
dejara Judea. Por un año, el Listas de apóstoles
Mateo 10.2–4............Marcos
3.16–19.................Lucas 6.14–16..................Hechos 1.13
Simón Pedro.............Simón
Pedro......................Simón Pedro.....................Simón Pedro
Andrés......................Jacobo................................Andrés..............................Jacobo
Jacobo......................Juan…………………………Jacobo…………………….Juan
Juan………………….Andrés………………………Juan……………………….Andrés
Felipe………………...Felipe………………………..Felipe……………………..Felipe
Bartolomé……………Bartolomé…………………...Bartolomé………………..Tomás
Tomás………………..Mateo………………………..Mateo……………………..Bartolomé
Mateo…………………Tomás………………………Tomás……………………..Mateo
Jacobo
hijo…………..Jacobo hijo…………………Jacobo hijo………………..Jacobo hijo
de
Alfeo………………de Alfeo…………………….de Alfeo…………………….de Alfeo
Lebeo…………………Tadeo……………………….Simón……………………...Simón
Tadeo…………………………………………………Zelote………………………Zelote
Simón
el……………….Simón el……………………Judas, her-………………..Judas,her- cananista………………cananista…………………..-mano
de………………….-mano de
………………………………………………………….Jacobo…………………….Jacobo
Judas Iscariote….........Judas Iscariote..................Judas
Iscariote —
Espíritu de águila de Juan había sido
enjaulado en el “Castillo Negro”, que se encontraba en la orilla oriental del
Mar Muerto. Había visto a los cielos abrirse, y oído la voz divina, en el
momento del bautismo de Jesús, y había señalado a éste como el
Mesías. Pero Jesús no estaba haciendo
la obra que Juan esperaba. Herodes y Pilato y Caifás estaban todavía en el
poder. ¿Por qué no tamizar la nación, quemar la paja, y reinar en justicia? Tal
vez fue con tales pensamientos que Juan envió a dos de sus discípulos a Jesús a
preguntarle: “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?”. Jesús los
envió de regreso, con noticias de la beneficiosa obra que él estaba haciendo, y
luego pronuncia su elevado elogio de Juan.
3. La adopción de la enseñanza por
parábolas (Mateo 8; Marcos 4.1–34).
Hemos llegado al primer gran grupo de
parábolas de Jesús. Ocurren otros dos grupos grandes, uno durante el ministerio
en Perea, y el otro el último día de trabajo en público de nuestro Señor. La
introducción de la forma parabólica fue una sorpresa para sus discípulos (Mateo
13.10). La clave para ello se encuentra en la cada vez más profunda hostilidad
e hipocresía sin esperanza de los escribas y fariseos. Milagro tras milagro de
beneficencia se había llevado a cabo; sin embargo atribuían su poder al
príncipe de los demonios (Mateo 12.22–37), y luego tuvieron la desfachatez de
pedir una señal de parte de él (Mateo 12.38–45). Jesús expresa su sentido de la
enormidad del pecado de ellos, al llamar al tal, el pecado en contra del
Espíritu Santo, para el cual no hay
perdón. Fue para evitar el precipitar un conflicto con los gobernantes, que él
comenzó a ocultar su enseñanza en parábolas, las cuales explicaba en privado a
sus discípulos (Mateo 13.10–16). Otra razón era, sin duda, el añadir belleza y
fuerza a sus lecciones. Pero la adopción de la forma de enseñanza por parábolas
marca un punto decisivo, relacionado de cerca con la creciente hostilidad de
los escribas y fariseos.
IV. CUARTA FASE —HASTAEL SERMÓN
PRONUNCIADO EN LA SINAGOGA
DE CAPERNAUM
1. La tempestad es calmada y los
endemoniados gadarenos son sanados (Mateo 8.18–34).
El día de parábolas había sido
grandioso con Jesús. Había forcejeado con demonios, los enemigos habían
conspirado, los amigos lo habían buscado, y él había terminado el día con sus
inmortales parábolas. Cansado de sus labores dio orden de cruzar el pequeño
lago, lo cual constituye la primera vez que se registra su paso por éste,
aunque no la última. La repentina tempestad, la intensa alarma, el pacífico
sueño del Maestro, su reprensión del mar, “Calla, enmudece”, y la calma
instantánea, tanto del viento como de las olas es contada con exquisita
sencillez. Puede que no sea verdad que un milagro es más grande que otro; pero
todavía es verdad que ciertos milagros asombraron a los testigos presenciales
de una forma que otros no lo hicieron. Esto fue lo que dijeron: “¿Qué hombre es
éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”. Sobre la orilla oriental
Jesús obró otro de aquellos milagros que llenaron a los hombres de asombro. Dos
endemoniados lo hallaron, uno de los cuales estaba afligido con una legión de
demonios. Los gadarenos fueron maravillados con la visión de los feroces
endemoniados, ahora vestidos y sanos, pero se enojaron por la pérdida de sus
cerdos; y
Jesús, cediendo a los ruegos de ellos,
volvió a cruzar el mar para ir a la orilla occidental.
2. La primera misión de los doce
(Mateo 9.35—11.1). Después de regresar a Galilea, Jesús hizo una segunda y
ultima visita a la ciudad en la cual creció; pero los nazarenos una vez más lo
rechazaron. Pero el trabajo debía seguir. Es demasiado para uno solo, y es
tiempo de que los doce sirvieran una pasantía en el arte de predicar. En
consecuencia los comisionó a hacer una gira por Galilea, de dos en dos, para
predicar y obrar milagros. Mientras tanto, Jesús continuó sus propias labores.
Debería hacerse notar que la misión de los doce, así como la misión personal de
Jesús y la de Juan, era preparatoria. Estaba limitada a las ovejas perdidas de
la casa de Israel, y el encargo era: “Arrepentíos porque el reino de los cielos
se ha acercado”.
3. Muerte de Juan el Bautista (Mateo
14.1–12). En conexión con lo anterior, la muerte de Juan, la cual había
ocurrido algún tiempo atrás, es narrada. Herodes Antipas se había casado con
Herodías, la esposa de su hermano Felipe, quien todavía vivía. Juan no
titubeaba en reprender los pecados de un gobernante. La inescrupulosa Herodías
no tenía paz, y no le daba ninguna a
Herodes, hasta que se aseguró,
primero, de que Juan el Bautista fuera encarcelado, y luego martirizado. Cuando
la fama de las poderosas obras de Jesús llegaron a oídos de Herodes, esto fue
lo que dijo: “Es Juan el Bautista, que ha resucitado de los muertos”.
4. La alimentación de los cinco mil y
el sermón sobre el pan de vida (Juan 6). Los doce regresaron de su gira por
Galilea, y Jesús se retiró con ellos para descansar y para darles instrucción,
en privado, al poco poblado distrito al este del lago. Pero todavía la multitud
acudía en masa a oírlo, y todavía él les enseñaba. La noche se acercaba; y la
gente estaba lejos de casa, sin tener nada que comer. Con una compasión que era
sensible a cada necesidad del hombre, Jesús multiplicó los pocos panes y peces,
hasta que todos estuvieron saciados. Fue el clímax de su popularidad. La
multitud estaba determinada en hacerlo rey. Fue un regreso de la tercera
tentación. Pero Jesús no sería la clase de Mesías que ellos querían.
Despidiendo la multitud, y enviando los doce, a través del mar, se escapó a la
soledad de las montañas. Posteriormente, en la noche vino caminando hacia ellos
sobre el mar, en medio de la tormenta. La alimentación de los cinco mil es el
único milagro registrado por todos los evangelios. Juan es el único que ha
preservado el sermón, pronunciado en la sinagoga de Capernaum, el cual resultó
de la multiplicación de los panes. Allí se enfoca a sí mismo como el pan de
vida. La multitud entusiasta comienza a ver que él no es la clase de Mesías que
ellos buscaban. Si él hubiera cedido a los bajos ideales de ellos, y se hubiera
contentado con ser un rey terrenal, se podía haber subido al poder supremo
inmediatamente. No era a eso que él había venido. El camino para la redención
humana era, para él, el camino de la cruz.
Este gran sermón, pronunciado en la
sinagoga de Capernaum, marca otro punto decisivo en la vida de Jesús. “Desde
entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él”
(Juan 6.66). Los escribas y fariseos lo han odiado por largo tiempo; los
gadarenos y los hombres de Nazaret lo han rechazado; Herodes Antipas está
comenzando a tener un interés peligroso en él; y ahora sus propios discípulos
se están yendo, decepcionados.
V. QUINTA FASE —HASTA LA SALIDA FINAL DE
GALILEA EN LA FIESTA DE
LOS TABERNÁCULOS
1. Tiempo que duró. Jesús no asistió a
la tercera Pascua de su ministerio. Ella ocurrió cerca del tiempo, cuando se
alimentó a los cinco mil (Juan 6.4). La fase final del ministerio en Galilea,
por lo tanto, duró cerca de seis meses, desde abril hasta octubre.
2. Nuevos aspectos. Este período
presenta nuevos y marcados contrastes. Fue un período de:
a. Andar errante. — Jesús visitó
Fenicia, el distrito de Basán y Decápolis en sucesión. No obstante, no cesó sus
labores en Galilea. b. Aislamiento. — Jesús invariablemente evitó las
multitudes, y buscó estar a solas con los doce. c. Instrucción en privado.— Son
pocos los milagros y es poca la enseñanza en público que se registran. Está entrenando
a los doce en los fundamentos de su reino, y preparándolos para su muerte que
se le acercaba (cf. Mateo 16.21–23; 17.9; Marcos 9.30–32).
3. Visita a Fenicia (Mateo 15.21–28). Aquel
cuya misión es salvar a los hombres de todas las tierras no fue, sino solo una
vez, más allá de los suyos. Sólo un incidente de esta visita se registra —la
sanidad de la hija de la mujer sirofenicia. La fe de ella, tan humilde, tan
inconquistable, debió haber traído alivio refrescante después de la hipocresía
de los fariseos y la inconstancia de los galileos. Al pasar por Tiro y Sidón,
Jesús hizo un gran desvío hacia Decápolis. Aquí multitudes le rodearon una vez
más, y una vez más alimenta milagrosamente, a un número de cuatro mil. Después
de cruzar el lago, regresó nuevamente a Galilea. Es importante notar que
durante todo esta fase del ministerio en Galilea, mientras Jesús hace giras
extensas fuera del territorio de Herodes Antipas, él todavía mantiene a Galilea
como el centro del cual sale, y al cual regresa.
4. La visita a Cesarea de Filipo; la
gran confesión (Mateo 16). Al regresar Jesús a Galilea, los fariseos, ahora
reforzados por los saduceos, renovaron los ataques de ellos (Mateo 16.1–4); y,
cuando Jesús salía en su gira por el territorio de Herodes Felipe, él solemnemente
advirtió a sus discípulos de la “levadura” de los fariseos y los saduceos. El
final de su ministerio se está acercando. Jamás había alegado formalmente ser
el Mesías. Había preferido que esa verdad entrara a las mentes de los hombres,
a través de las obras que hacía, las verdades que hablaba, la vida que vivía.
Pero había llegado el momento de probar los resultados, y de convertir la
callada convicción de ellos, en una abierta confesión. Después de una sesión de
oración solitaria, Jesús, les plantea dos preguntas a los doce:
“¿Quién dicen los hombres que es el
Hijo del Hombre?”.
Las diferentes respuestas muestran
cuán completamente el público había fallado en comprenderlo a él y a su misión.
“¿Quién decís que soy yo?”.
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente”.
Es imposible pecar por exageración al
darle importancia a esta confesión. Suponga que ellos, también hubiesen fallado
en captar la verdad. Fue Pedro quien habló; no en nombre de sí mismo, sino de
los doce. Luego, la obra de Jesús no había sido un fracaso. Él ve, en el
pequeño círculo a su alrededor, al germen de su futura iglesia, y en la
confesión de Pedro, la verdad sobre la cual la tal iglesia había de ser
edificada, el verdadero “credo apostólico”. Pero, por el momento no debe proclamarse.
Una vez que los hubo encomendado a su condición de Mesías, Jesús procede a
revelar lo que esta condición conllevaba —rechazo, muerte, resurrección. Pedro,
quien todavía estaba envuelto en las vendas de concepciones carnales, protesta.
Esto fue lo que Jesús le respondió: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”, es
la reprensión inmediata del Maestro; y la continúa con una lección, la cual
todavía es necesaria hoy día, en el sentido de que el discipulado, también,
significa negación de sí mismo, llevar la cruz, antes de llevar la corona.
5. La transfiguración (Mateo 17.1–13).
Durante todo este período Jesús anduvo en medio de sombras que oscurecían el
panorama cada vez más: detrás de él, el rechazo de los galileos; ante sí, la
cruz; sin embargo a su alrededor, la banda de discípulos todavía fieles; por
encima de él, el inalterable amor del Padre. Antes de regresar nuevamente a
enfrentar a sus enemigos en Galilea, y los más hostiles enemigos de Judea, una
espléndida demostración de la presencia y aprobación divinas le fue concedida a
él. La escena de la transfiguración fue hecha, en parte para los discípulos,
pero principalmente para el Maestro de ellos. Fueron testigos de ello, los tres
elegidos —Pedro, Santiago y Juan. Cuando él estaba absorto en oración
ferviente, lo divino, rompiendo a través del velo de lo humano, vistió el
rostro y la indumentaria con resplandor celestial. Moisés el mediador, y Elías
el gran reformador, del Antiguo Pacto, aparecieron, hablando con él acerca de
su deceso, que estaba por suceder en Jerusalén; mientras que de los cielos, así
como cuando estuvo en el Jordán, vino la voz: “Este es mi hijo amado, en quien
tengo complacencia”, añadiendo significativamente: “a él oíd”. Fue en realidad
una escena llena de significado. La memoria de ella continuó por largo tiempo,
en la mente de uno de los apóstoles (2 Pedro 1.16–18). Los profetas y los
apóstoles, el Antiguo Testamento y el Nuevo, el cielo y la tierra, tuvieron un
encuentro allí. Para Jesús, esto había de ser el sello de la aprobación del
Padre, de un ministerio casi sin fruto, y la certeza de que estaría con él
hasta el final. Para los discípulos significó que la confesión de ellos no
había sido un error, ni que estaban equivocados en cuanto a la base sobre la
cual descansaba la confianza de ellos; al punto que de allí en adelante debían
oír y predicar no a Moisés, sino a Cristo. Pero nuevamente, el sello de un
silencio temporal se puso en sus labios. El valor pleno de la visión se podía
ver sólo a la luz de la resurrección y de la ascensión. Al descender del monte
donde había tenido la visión, Jesús sana a un endemoniado epiléptico, y regresa
a Capernaum, todavía esforzándose por preparar a los discípulos para la
inminente tragedia que había de suceder en Jerusalén.
6. Fin del ministerio en Galilea.
Jesús no se quedó mucho tiempo en Galilea. Su gran obra allí, estaba hecha.
Esquivando a las multitudes, obrando pocos milagros, si es que alguno obró, se
limitó a continuar imprimiendo todavía más, en las mentes de los discípulos el
carácter espiritual de su reino, y la necesidad de que tuvieran la humildad de
un niño si es que habían de entrar en tal reino (Mateo 18.1–14). La gran fiesta
de los Tabernáculos estaba ahora a mano, y la pequeña compañía, pasando por
Samaria, fue una vez más hacia Jerusalén.
Los escritores del Nuevo Testamento
AUTOR
LIBRO
Mateo................................Mateo
Marcos..............................Marcos
Lucas.................................Lucas
………………………………Hechos
Juan...................................Juan
………………………………1
Juan
……………………………….2
Juan
……………………………….3
Juan
………….............................Apocalipsis
Santiago............................Santiago
Judas................................. Judas
?.........................................Hebreos
Pablo...................................Romanos
………………………………1
Corintios
……………………………….2
Corintios
……………………………….Gálatas
……………………………….Efesios
……………………………….Filipenses
............................................Colosenses
............................................1
Tesalonicenses
.............................................2
Tesalonicenses
………………………………..1
Timoteo
………………………………..2
Timoteo
………………………………..Tito
………………………………...Filemón
Pedro................................
1 Pedro
………………………………...2
Pedro
Los temas de los
libros del Nuevo Testamento
Mateo: El evangelio judío
Marcos: El evangelio romano
Lucas: El evangelio gentil
Juan: El evangelio de la fe
Hechos: El cumplimiento de la gran
comisión
Romanos: La forma como Dios salva al
hombre
1 Corintios: Informes comentados, preguntas Respondidas
2 Corintios: Una defensa apostólica
Gálatas: Libertad en Cristo
Efesios: La iglesia, el propósito
eterno de Dios
Filipenses: La epístola del gozo
Colosenses: Cristo, la cabeza de todas
las cosas
1 Tesalonicenses: Consolaos unos a
otros con la Segunda
venida
2 Tesalonicenses: El hombre de pecado
1 Timoteo: Los requisitos de los
diáconos y Ancianos
2 Timoteo: La última carta que Pablo
escribió
Tito: Poniendo la iglesia en orden
Filemón: Un ruego a favor de Onésimo
Hebreos: No rechacen el Nuevo por el
Antiguo
Santiago: La religión práctica
1 Pedro: Esperanza en medio del
sufrimiento
2 Pedro: ¡Los falsos maestros están en
camino!
1 Juan: La epístola del amor y de la
certeza
2 Juan: Perseveren en la verdad
3 Juan: Gayo, Diótrefes, Demetrio
Judas: Contender ardientemente por la
fe
Apocalipsis: El pueblo del Señor va a
ganar