martes, 31 de enero de 2012

LA MEDIA COBIJA

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LA MEDIA COBIJA
Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa.

Durante largos años había trabajado con ahinco para sacar adelante a su familia.

Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.

A los setenta años, Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos.
Esperaba que su hijo, ahora brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que este apareciera y decidió, por
primera vez un su vida, pedirle un favor.

Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía el hijo con su familia.

-Hola papá! qué milagro que vienes por aquí!

-Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo; además estoy cansado y viejo.

-Pues a nosotros nos da mucho gusto que vengas a visitarnos ya sabes que esta es tu casa.

-Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo.

-Entonces, no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? ¡Me siento tan solo!.

-Quedarte a vivir aqui? -Sí... claro...pero no sé si estarías a gusto. Tu sabes, la casa es chica...mi esposa es muy especial...y luego los niños...

-Mira, hijo, si te causo muchas molestias olvídalo. No te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano.

-No padre, no es eso. Solo que...no se me ocurre donde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían... o solo que no te moleste.........

-Qué hijo?

-Dormir en el patio...

-Dormir en el patio, está bien.

El hijo de Don Roque llamó a su hijo de doce años.

-Dime papá.

-Mira, hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Traele una cobija para que se tape en la noche.

-Si, con gusto...y ¿donde va a dormir?

-En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.

Luis subió por la cobija, tomo unas tijeras y la cortó en dos. En ese momento llegó su padre.

-Que haces Luis? Por qué cortas la cobija de tu abuelo?

-Sabes papá, estaba pensando...

-¿Pensando en qué?

-En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas ya viejo y vayas a vivir a mi casa.

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viernes, 27 de enero de 2012

SIEMPRE, POR SIEMPRE, PASO LO QUE PASE

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SIEMPRE, POR SIEMPRE, PASO LO QUE PASE
No hay amistad ni amor como el de una madre por su hijo.
Henry Ward Beecher

Nuestra hija Ariana paso de ser un bebe a ser una niñita, y como todas, solía golpearse y rasparse las rodillas cuando jugaba. En estas ocasiones, extendía mis brazos y le decía “Ven a verme”.

Cuando trepaba en mi regazo, la mimaba y le preguntaba “¿Eres mi niñita?” En medio de sus lagrimas, asentía. “¿Mi linda niñita Ariana?” Asentía esta vez con una sonrisa.
Por ultimo, le decía: “¡Y te amo siempre, por siempre, pase lo que pase!” Con una risita y un abrazo partía preparada para su próximo reto.

Ariana ahora tiene cuatro años y medio. Hemos continuado jugando a “Ven a verme” cuando se raspa las rodillas o hieren sus sentimientos, para los “buenos días” y las “buenas noches”.

Hace unas pocas semanas tuve “uno de aquellos días”. Estaba fatigada, de mal humor y agotada de cuidar una niña de cuatro años y dos muchachos adolescentes y un negocio en casa. Cada llamada telefónica o llamada a la puerta significaba trabajo para un día entero, que debía ser despachado ¡de inmediato! En la tarde ya no pude soportarlo y me marche a mi habitación para llorar a mis anchas.

Ariana pronto se me acerco y me dijo: “Ven a verme”. Se acostó a mi lado, coloco sus suaves manitas en mis mejillas húmedas y pregunto, “¿Eres mi mamita?” entre lagrimas, asentí. “¿Mi linda mamita?” Asentí, y sonreí. “¡Y te amo siempre, por siempre, pase lo que pase!” Con una risita y un fuerte abrazo, partí preparada a afrontar mi próximo reto.

Fuente: Jeanette Lisefski. Sopa de Pollo para El Alma de la Madre

Salmos 54:4 He aquí, Dios es el que me ayuda; El Señor está con los que sostienen mi vida.

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UN MILLON DE SAPOS

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UN MILLON DE SAPOS
Muchos se angustian por problemas que, en su mayoría, nunca llegan a hacerse realidad. Sufren con anticipación, pensando e imaginando cosas que pudieran suceder. La mayoría de nuestras preocupaciones se deben a la falta de confianza en Dios.

Un hacendado fue a la ciudad y le preguntó al dueño de un restaurante si podía utilizar un millón de piernas de sapos.
El dueño del restaurante quedó asustado y quiso saber dónde pretendía el hacendado conseguir tantas piernas de sapos. El hacendado le respondió: Cerca de mi casa hay un pequeño lago que está invadido e infestado de esos bichos. Son millares y hacen un barullo infernal, croando toda la noche. ¡Me estoy volviendo loco!

Quedó decidido, entonces, que el hombre le traería quinientos sapos por semana, durante algún tiempo. En la primera semana, el hacendado volvió al restaurante un poco avergonzado, pues traía en sus manos dos sapos. El comerciante le preguntó: ¿Dónde está mi pedido?

El hombre respondió: Yo estaba totalmente engañado. ¡Había solo estos dos pequeños sapos en el lago! Ellos solos son los que hacían todo el barullo.

La próxima vez que alguien te critique o se ría de ti, acuérdate de que no son miles de sapos los que hacen todo el barullo, sino apenas dos sapitos. Mientras dos critican y ríen, cientos te apoyan y animan.

Acuérdate de que las angustias y los problemas parecen mayores en la oscuridad. Hay una posibilidad muy grande de que, cuando llegue mañana y lo pienses mejor, el problema habrá disminuido su importancia o habrá desaparecido, quedando en su lugar un asunto de fácil solución.

Lo mejor es dejar las preocupaciones en las manos de Dios. Ten hoy un día feliz, sabiendo que Dios está en el control de tu vida.

Pero yo le cantaré a tu poder, y por la mañana alabaré tu amor: porque tú eres mi protector.Salmo 59:16

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martes, 24 de enero de 2012

CUANDO SOMOS UN MILAGRO

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CUANDO SOMOS UN MILAGRO
Conducía de vuelta a casa alrededor de las cinco, tras de una reunión, atascado en el tráfico del Bulevar Colorado, cuando el auto comenzó a fallar y se apagó a duras penas pude empujarlo, maldiciendo, a una estación de gasolina, contento solamente de no estar obstruyendo el tráfico y que tendría un lugar más tranquilo para esperar la grúa.

Ni siquiera se podía enderezar. Antes de que pudiera hacer la llamada, vi a una mujer saliendo de la tienda de conveniencia que pareció resbalarse sobre el hielo y cayó sobre un dispensador de combustible, por lo que me levanté y fui a ver cómo estaba.


Cuando llegué donde estaba, parecía más bien que había sido más sobrecogida por el llanto que por la caída; era una joven mujer que se veía bastante desaliñada con ojeras alrededor de sus ojos. Dejó caer algo cuando la ayudaba a levantarse y lo recogí para dárselo. Era una moneda de cinco centavos.

En ese momento, todo quedó claro para mí: la mujer llorando, la antiquísima camioneta repleta de cosas con tres muchachos en la parte de atrás (uno en un asiento del auto), y el dispensador de combustible leyendo $4.95. Le pregunté si todo estaba bien y si necesitaba ayuda, a lo que ella seguía diciendo:

“No quiero que mis hijos me vean llorando”, así que nos paramos al lado opuesto del dispensador a su auto. Ella dijo que conducía hacia California y que las cosas estaban muy duras para ella en ese momento. Así que le pregunté: “¿Y está orando?” Eso la hizo alejarse de mí un poco, pero le aseguré que no era un loco y le dije: “Él la oyó y me envió”.

Saqué mi tarjeta de crédito y la pasé por el lector de tarjetas para que pudiese llenar el tanque de su auto, y mientras cargaba el combustible, me dirigí al McDonald’s de al lado y compré dos grandes bolsas de comida, algunos certificados de regalo por más, y una gran taza de café.

Ella le dio la comida a los muchachos en el auto, quienes le cayeron como lobos, y nos quedamos parados junto al dispensador comiendo papitas fritas y conversando un poco.

Me dio su nombre y compartió que vivía en Kansas City. Su novio la había abandonado hacía dos meses y no había podido arreglárselas sola. Sabía que no tendría dinero para pagar la renta el 1 de enero por lo que, finalmente, había llamado a sus padres, con quienes no se había comunicado en cinco años.

Ellos vivían en California y le dijeron que podía mudarse con ellos y comenzar de nuevo allá. Así que empacó todo lo que poseía en el auto. Le dijo a los muchachos que se iban a California para Navidad, pero no que se mudaban para allá.

Le di mis guantes, un breve abrazo y dije una rápida oración a su favor por seguridad en el viaje. Al dirigirme a mi auto, ella dijo: “Así que, es Ud. un ángel o algo parecido?” Eso, definitivamente, me hizo llorar. Le dije: “Querida, para esta época, los ángeles están muy ocupados, así que a veces, Dios utiliza a gente normal”.

Fue tan increíble ser parte del milagro de alguien. Y, por supuesto, como pueden imaginarlo, cuando me subí a mi auto, encendió de una vez y me llevó a casa sin problema alguno.

Lo meteré al taller mañana para revisarlo, pero sospecho que el mecánico no hallará problema alguno con él. Algunas veces los ángeles vuelan tan cerca de uno que podemos escuchar el batir de sus alas…

Nunca dejes de creer en Dios y en los milagros que él hace. Sobre todo no menosprecies la oportunidad de ver cuando Dios te convierte en un milagro para otros. Hoy podría ser uno de esos días.

Dios hizo señales y milagros grandes y terribles en Egipto, sobre Faraón y sobre toda su casa, delante de nuestros ojos. Deuteronomio 6:22

De las grandes pruebas que vieron tus ojos, y de las señales y milagros, y de la mano poderosa y el brazo extendido con que el Señor tu Dios te sacó; así hará el Señor tu Dios con todos los pueblos de cuya presencia tú temieres. Deuteronomio 7:19

Prefiero recordar las hazañas del Señor, traer a la memoria sus milagros de antaño.Salmo 77:11.

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sábado, 21 de enero de 2012

ALEGRES Y TRISTES

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ALEGRES Y TRISTES
Cuenta una vieja leyenda que tres hombres estaban una vez cruzando un desierto a caballo durante la noche. Cuando se acercaban a un riachuelo seco escucharon una voz que les ordenó desmontarse, recoger unas piedras, ponérselas en los bolsillos, y no mirarlas hasta la mañana siguiente. A los hombres se les prometió que si obedecían, iban a estar alegres y tristes a la vez. luego de hacer lo que les indicaron, los tres montaron en sus caballos y siguieron su camino.
Cuando empezaron a salir los primeros rayos de sol, los hombres se metieron la mano en los bolsillos para sacar las piedras. Para su gran sorpresa, se habían transformado en diamantes, rubíes y otras gemas preciosas. Fue entonces cuando se dieron cuenta del significado de la promesa de que estarían alegres y tristes a la vez. Estaban alegres por haber escogido la cantidad de piedras que recogieron, pero tristes -muy tristes- por no haber recogido más.

Yo me pregunto si nosotros vamos a sentir lo mismo cuando lleguemos al cielo. Estaremos contentos con el tesoro que nos acumulamos en el cielo mientras estábamos en la tierra, y gozosos por las recompensas que Cristo nos dará. Pero también lamentaremos no haber hecho más para servirle.

Saquemos el máximo provecho a nuestras oportunidades para que estemos más alegres que tristes.

Mateo 6:19-20. No os acumuléis tesoros en la tierra… sino acumulaos tesoros en los cielos…

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viernes, 20 de enero de 2012

VALOR

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VALOR
Sucedió unas semanas antes de las navidades de 1,917. Los hermosos paisajes nevados de Europa estaban ennegrecidos por la guerra.

Las trincheras de un lado estaban llenas de alemanes, y las del otro lado, de norteamericanos. Transcurría la Primera Guerra Mundia. El intercambio de disparos era intenso. Entre ambos lados se extendía la estrecha faja de la tierra de nadie.

Un joven soldado alemán, que había tradado de cruzar aquella tierra de nadie, había sido herido y se había quedado enredado en el alambre de púas. Gritó de angustia, y después quedo quejándose de dolor.


Entre explosiones, todos los norteamericanos de aquel sector podían escucharlo gritando. Un soldado norteamericano ya no pudo resistirlo mas y se arrastró de bruces hacia aquel soldado alemán.

Cuando los norteamericanos se dieron cuenta de lo que estaba haciendo, dejaron de disparar, pero los alemanes continuaron. Entonces un oficial alemán se percató de lo que aquel joven norteamericano hacía, y ordenó a sus hombres que suspendieran el fuego.

Se cernió entonces un extraño silencio por toda la tierra de nadie. Sobre su vientre, el norteamericano se abrió paso hasta el soldado alemán y lo desenredó.

Se levantó con el alemán en sus brazos, caminó directamente hacia las trincheras alemanas y lo dejó en los brazos de sus camaradas que lo esperaban. Habiendo cumplido su objetivo, dio la vuelta e inició el regreso a las trincheras norteamericanas.

De pronto, una mano lo sujetó por el hombro y lo volvió. Allí estaba el oficial alemán que había ganado la Cruz de Hierro, el más alto honor alemán al valor. El oficial arrancó la Cruz de su propio uniforme y se la colocó en el pecho al norteamericano, quien caminó de regreso a las líneas norteamericanas.

Cuando ya estaba a salvo en su trinchera ¡todos reanudaron la locura de la guerra!

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jueves, 19 de enero de 2012

PERTENECER

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PERTENECER
John Karmegan vino a mí en Vellore, India, como paciente de lepra, en un avanzado estado de la enfermedad. Poco pudimos hacer por él quirúrgicamente, puesto que ambos pies y manos ya estaban dañados irreparablemente. Sin embargo, pudimos ofrecerle un lugar donde estar y empleo en el Centro Nueva Vida.

Debido a una parálisis facial lateral, John no podía sonreir normalmente. Cuando lo intentaba, la distorción irregular de sus facciones llamaba la atención hacia su parálisis. Con frecuencia la gente perdía el aliento o hacía un gesto de temor, así que él aprendió a no sonreir. Margarita, mi esposa, le había cosido parcialmente los párpados para protegerle la vista, así que John se volvió cada vez más paranoico acerca de lo que otros pudieran pensar de él.

Causaba terribles problemas sociales, quizá como reacción a su apariencia mutilada. Expresaba su ira hacia el mundo actuando como un pendenciero, y recuerdo muchas escenas tensas en que teníamos que confrontarlo con alguna evidencia de robo o deshonestidad. Trataba cruelmente a los otros pacientes y se revelaba contra cualquier autoridad, llegando a organizar huelgas de hambre contra nosotros. En opinión de casi todo el mundo, era imposible rehabilitarlo.

Quizá fue precisamente la imposibilidad de redimirse lo que atrajo a mi madre hacia él, pues a menudo se aferraba a los menos deseables especímenes de la humanidad. Se dedicó a John, pasaba ratos con él, y al final lo condujo a la fe cristiana. Fue bautizado en un tanque de cemento en los terrenos del leprosorio.

Sin embargo, la conversión no aplacó la inquina de John contra el mundo. Se hizo de amigos entre los otros pacientes, pero una vida de maltrato y rechazo lo habían amargado permanentemente contra todos los que no fueran pacientes. Un día, casi desafiante me preguntó que pasaría si él visitara la iglesia tamil local en Vellore.

Fui a ver a los líderes de la iglesia, describí a John, y les aseguré que a pesar de las obvias deformidades, él había entrado en una fase inofensiva de la enfermedad ya detenida y no pondría en peligro a la congregación. Ellos estuvieron de acuerdo en que podía visitarlos. -¿Puede tomar la comunión? -les pregunté, sabiendo que usaban una copa común. Se miraron unos a otros, lo pensaron por un momento, y estuvieron de acuerdo en que él también podía tomar la comunión.

Poco después llevé a John a la iglesia, que se reunía en un edificio corriente de ladrillos enjalbegados con techo de hierro corrugado. Fué un momento de tensión para él. Aquellos de nosotros que observábamos desde afuera, a duras penas podíamos imaginar el trauma y la paranoia que hay dentro de un paciente de lepra que intenta por primera vez entrar en ese contexto.

Me quedé con él de pie en la parte de atrás de la iglesia. Su rostro paralizado no reflejaba emoción, pero un temblor revelaba su tormenta interior. Yo oraba en silencio para que ningún miembro de la iglesia dejara ver el menor signo de rechazo.

Al entrar, durante el primer himno, un hombre indio sentado hacia en fondo de la iglesia se volteó y nos miró. Debemos haber sido una pareja muy rara: un blanco, de pie, junto a un paciente de lepra con parches en su piel en desorden extravagante. Contuve el aliento.

Entonces sucedió. El hombre bajó su himnario, sonrió ampliamente y dio palmaditas en la silla junto a él, invitando a John a reunírsele. John no pudo haber quedado más estupefacto. Vacilante, dio medios pasitos hacia la fila y tomó asiento. Yo elevé una oración de agradecimiento.

Ese preciso incidente resultó ser el momento crucial de la vida de John. Años más tarde estuve en Vellore y visité una fábrica que había sido preparada para emplear minusválidos. El administrador quiso mostrarme una maquinaria que producía diminutos tornillos para repuestos de máquinas de escribir. Mientras atravesábamos la ruidosa planta, me gritó que me presentaría a un empleado estrella, un hombre que acababa de ganar el premio nacional de toda la India, que otorgaba la casa matriz al trabajo de mejor calidad con menos piezas deshechadas.

Al llegar a su puesto de trabajo, el empleado se volvió para recibirnos y pude ver la inconfundible cara torcida de John Karmegan. Se limpió la grasa de su mano mutilada y sonrió con la más fea, amable y radiante sonrisa que jamás haya visto. Me mostró un puñado de los diminutos tornillos de precisión que le habían valido el premio, para que los examinara.

Un simple gesto de aceptación puede no parecer mucho, pero para John Karmegan fue decisivo. Después de toda una vida de ser juzgado por su misma apariencia física, al fin lo acogieron basados en otra Apariencia. Acababa de ver una repetición de la propia reconciliación de Cristo. Su Espíritu había estimulado al Cuerpo en la tierra a adoptar un nuevo miembro, y al fin John había sabido que pertenecía a ese cuerpo que lo había adoptado.

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miércoles, 18 de enero de 2012

¿DONDE ESTÁN LAS MANOS DE DIOS?

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¿DONDE ESTÁN LAS MANOS DE DIOS?
Cuando observo el campo sin arar, cuando los aperos de labranza están olvidados cuando la tierra está quebrada me pregunto ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil; cuando veo al prepotente pedante enriquecerse del ignorante y del pobre, del obrero y del campesino carente de recursos para defender sus derechos me pregunto ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando contemplo a esta anciana olvidada ; cuando su mirada es nostalgia y balbucea todavía algunas palabras de amor por el hijo que la abandonó me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando veo al moribundo en su agonía llena de dolor; cuando observo a su pareja y a sus hijos deseando no verle sufrir; cuando el sufrimiento es intolerable y su lecho se convierte en un grito de súplica de paz, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando miro a ese joven antes fuerte y decidido, ahora embrutecido por la droga y el alcohol, cuando veo titubeante lo que antes era una inteligencia brillante y ahora harapos sin rumbo ni destino me pregunto ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando a esa chiquilla que debería soñar en fantasías, la veo arrastrar su existencia y en su rostro se refleja ya el hastío de vivir, y buscando sobrevivir se pinta la boca y se ciñe el vestido y sale a vender su cuerpo, me pregunto : ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando aquel pequeño a las tres de la madrugada me ofrece su periódico, su miserable cajita de dulces sin vender, cuando lo veo dormir en la puerta de un zaguán titiritando de frío, con unos cuantos periódicos que cubren su frágil cuerpecito, cuando su mirada me reclama una caricia, cuando lo veo sin esperanzas vagar con la única compañía de un perro callejero, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Y me enfrento a El y le pregunto: ¿dónde están tus manos Señor? para luchar por la justicia, para dar una caricia, un consuelo al abandonado, escatar a la juventud de las drogas, dar amor y ternura a los olvidados.

Después de un largo silencio escuche su voz que me reclamó, "no te das cuenta que tú eres mis manos, atrévete a usarlas para lo que fueron hechas, para dar amor y alcanzar estrellas".

Y comprendí que las manos de Dios somos "TU y YO", los que tenemos voluntad, el conocimiento y el coraje para luchar por un mundo más humano y justo, aquellos cuyos ideales sean tan altos que no puedan dejar de acudir a la llamada del destino, aquellos que desafiando el dolor, la crítica y la blasfemia se reten a si mismos para ser las manos de Dios.

Señor, ahora me doy cuenta que mis manos están sin llenar, que no han dado lo que deberían dar, te pido perdón por el amor que me distes y que no he sabido compartir, las debo de usar para amar y conquistar la grandeza de la Creación.

El mundo necesita esas manos, llenas de ideales y estrellas, cuya obra magna sea contribuir día a día, a forjar una nueva civilización, que busquen valores superiores, que compartan generosamente lo que Dios nos ha dado y puedan al final llegar vacías, porque entregaron todo el amor, para lo que fueron creadas y Dios seguramente dirá: ¡ESAS SON MIS MANOS!

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lunes, 16 de enero de 2012

EL ARTISTA SUPREMO PINTA CADA DIA

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EL ARTISTA SUPREMO PINTA CADA DIA
Pedro el Grande gobernaba desde un palacio lleno de algunas de las más exquisitas obras de arte producidas en el mundo de ese tiempo. Sin embargo, cuando meditaba en el amanecer, se preguntaba cómo era posible que los hombres fueran tan tontos que no se levantaran todas las mañanas para contemplar una de las escenas más gloriosas del universo.

“Se deleitan”, dijo, “mirando un cuadro, el trabajo insignificante de un mortal, y a la vez descuidan uno pintado por la mano de la Deidad misma. Por mi parte, voy a hacer que mi vida sea lo más larga que pueda, y por eso voy a dormir lo menos posible”.

Las observaciones de Pedro el Grande nos dicen algo sobre su enfoque general de la vida. No solo reconocía la verdadera belleza cuando la observaba, sino que creía que levantarse temprano cada día, a fin de empaparse de la belleza de la maravillosa obra de arte de Dios, en realidad le agregaba días a su vida.

Ese concepto no es tan inverosímil si consideramos lo que nos han dicho los psicólogos en cuanto a liberar el estrés. ¡Tú puedes aliviar el estrés si te levantas temprano por la mañana y pasas algún tiempo de quietud disfrutando al amanecer!

El famoso comerciante de Chicago, John Cooper Smith, sentía que observar la salida del sol era un regalo tan importante para su vida, que en realidad lo mencionó en su testamento. Le dejó a su esposa una herencia de cincuenta mil dólares, y luego hizo el siguiente legado a sus otros parientes:

“Al resto de mis parientes les dejo la luz del sol, las aves y las abejas, allí donde puedan encontrar las antes mencionadas luz del sol, aves y abejas. La mayor exhibición de arte que jamás puedan ver abre cada día al amanecer. Y maravillosa por igual, esta exhibición es siempre gratuita para los que la ven”.

¿Qué tiempo hace que te levantaste temprano para ver salir el sol? ¡Este gran despliegue de la creatividad de Dios puede encender los dones creativos que Él ha colocado en ti e inspirarte para usarlos durante el día!

Isaías 40:28. ¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El Señor es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga.

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domingo, 15 de enero de 2012

EL BORDADO DE DIOS

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EL BORDADO DE DIOS
Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho.

Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo.

Ella me respondió que estaba bordando.

Yo observaba el trabajo de mi mamá desde una posición más baja que donde estaba sentada ella, así siempre se quejaba diciéndole que desde mi punto de vista lo que estaba haciendo me parecía muy confuso.

Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía:


-“Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado, te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde mi posición”

Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba.

Unos minutos más tarde escuchaba la voz de mi mamá diciéndome:

-“Hijo, ven y siéntate en mi regazo”

Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver la hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo se veía tan confuso…

Entonces mi mamá me decía:

-“Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Había un diseño, sólo lo estaba siguiendo. Ahora míralo desde mi posición y sabrás lo que estaba haciendo”

Muchas veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho:

-“Padre, ¿qué estás haciendo?”

Él responde:

-“Estoy bordando tu vida”

Entonces yo le replico:

-“Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros ¿por qué no son más brillantes?”

El Padre me decía:

-“Mi niño, ocúpate de tu trabajo… yo estoy haciendo el mío, un día te traeré al cielo, te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás”

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viernes, 13 de enero de 2012

EL CUADERNO ROJO

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                                                                      EL CUADERNO ROJO

 El cartero extendió el telegrama.

José Roberto, le agradeció, y mientras lo abría, una profunda arruga surco su frente. Una expresión de sorpresa más que de dolor. Palabras breves y precisas: - Tu padre falleció. Entierro 18 horas. Mamá.

José Roberto continúo parado, mirando al vacío. Ninguna lágrima, ningún dolor. ¡Nada! Era como si hubiera muerto un extraño. ¿Por que no sentía nada por la muerte del viejo?

Como un torbellino de pensamientos confusos, avisó a la esposa, tomó el micro y se fue, venciendo los silenciosos kilómetros de ruta mientras la cabeza giraba a mil. En su interior, no quería ir al funeral y, si estaba en camino era sólo para que la madre no estuviera más triste.

Ella sabía que padre e hijo no se llevaban bien.

La cuestión había llegado al final el día que, después de una lluvia de acusaciones, José Roberto había hecho las valijas y partido; prometiendo nunca más poner los pies en aquella casa.

Un empleo razonable, casamiento, llamadas a la madre para Navidad, Año Nuevo o Pascua… Se había desligado de la familia no pensaba en el padre y la última cosa en la vida que deseaba era ser parecido a él.

En el velorio: Pocas personas.

La madre pálida, helada, llorona. Cuando vio al hijo, las lágrimas corrieron silenciosas, fue un abrazo de desesperado silencio. Después, vio el cuerpo sereno envuelto por una manta de rosas rojas, como las que al padre le gustaba cultivar. José Roberto no vertió una sola lágrima, el corazón no podía. Era como estar delante de un desconocido un extraño, un…

Se quedó en casa con la madre hasta la noche, la beso y le prometió que volvería trayendo los nietos y la esposa para conocerla. Ahora, podría volver a casa, porque aquel que no lo amaba, no estaba mas para darle consejos ácidos ni para criticarlo.
En el momento de la despedida la madre le colocó algo pequeño y rectangular en la mano.

-Hace mucho tiempo podrías haberlo recibido - dijo.- Pero, infelizmente sólo después que él se fue lo encontré entre las cosas más importantes…

Fue un gesto mecánico, minutos después de comenzar el viaje, metió la mano en el bolsillo y sintió el regalo.

La luz mortecina del micro, le mostró un pequeño cuaderno de tapa roja. Lo abrió curioso. Páginas amarillentas. En la primera, arriba, reconoció la caligrafía firme del padre:

- “Nació hoy José Roberto. ¡Casi cuatro kilos! Es mi primer hijo, ¡un muchachote! Estoy orgulloso de ser el padre de aquel que será mi ¡continuación en la Tierra!”.

A medida que hojeaba, devorando cada anotación, sentía un dolor en la boca del estómago, mezcla de dolor e perplejidad, pues las imágenes del pasado resurgieron firmes y atrevidas ¡como si terminaran de pasar!.

- “Hoy, mi hijo fue a la escuela. ¡Es un hombrecito! Cuando lo vi de uniforme, me emocioné Y le desee un futuro lleno de sabiduría. La vida de el será diferente de la mía, que no pude estudiar por haber sido obligado a ayudar a mi padre.

- Para mi hijo deseo lo mejor. “No permitiré que la vida lo castigue”.
Otra página. -”Roberto me pidió una bicicleta, mi salario no da, pero él la merece porque es estudioso y dedicado. -

- Pedí un préstamo que espero pagar con horas extras”. José Roberto se mordió los labios.

Recordaba su intolerancia, De las peleas para tener la soñada bicicleta. Si todos los amigos ricos tenían una, ¿por que no podía tener la suya?.

- “Es duro para un padre castigar a un hijo y se que el me podrá odiar por eso; pero, debo educarlo para su propio bien.” “Fue así como aprendí a ser un hombre honrado y esa es la única forma que sé acerca de educarlo”.

José Roberto cerró los ojos y vio la escena cuando por causa de una borrachera, hubiera ido a la cárcel, aquella noche; si el padre no hubiera aparecido para impedirle ir al baile con los amigos… Recordaba también el auto retorcido y manchado de sangre que había chocado contra un árbol… Por otro lado parecía oír sirenas, el llanto de toda la ciudad mientras cuatro cajones seguían lúgubremente para el cementerio.

Las páginas se sucedían con cortas, y largas anotaciones, llenas de respuestas que revelaban, en silencio y tristeza, que el padre lo había amado. El “viejo” escribía de madrugada… reflexionó.

Momento de soledad, en un grito de silencio, porque era de esa manera como era él, nadie le había enseñado a llorar y a dividir sus dolores, el mundo esperaba que fuera duro para que no lo juzgaran ni débil ni cobarde. Y, ahora José Roberto estaba teniendo la prueba que, debajo de aquella fachada de fortaleza había un corazón tan tierno y lleno de amor.

La última página.
Aquella del día en que había partido: -”Dios, ¿que hice mal para mi hijo me odie tanto?
¿Por qué soy considerado culpable? “Si no hice mas que intentar transformarlo en un hombre de bien”.

“Mi Dios, no permitas que esta injusticia me atormente para siempre. Que un día él pueda comprenderme y perdonar por no haber sabido ser el padre que el merecía tener.”Después no había más anotaciones y las hojas en blanco daban la idea de que el padre había muerto en ese momento, José Roberto cerró deprisa el cuaderno, el pecho le dolía…

El corazón parecía haber crecido tanto, que luchaba para escapar por la boca.
No vio el micro entrar en la Terminal, se levantó desesperado y salió casi corriendo porque necesitaba aire puro para respirar.

La aurora rompía el cielo y un día comenzaba. ”¡Honre a su padre para que los días de su vejez sean tranquilos!” – alguna vez había oído esa frase y jamás había reflexionado la profundidad que ella contenía. En su egocéntrica ceguera de adolescente, jamás había parado para pensar en verdades mas profundas. Para él los padres eran descartables y sin valor, como los papeles que son tirados a la basura.

Aquellos días de poca reflexión todo era placer, salud, belleza, música, color, alegría, despreocupación, vanidad. ¿No era él un semidiós?

Ahora, el tiempo lo había envejecido, fatigado y también vuelto padre, aquel falso héroe… De repente. En el juego de la vida, el era el padre y sus actuales contestaciones, no satisfacían a sus hijos.

¿Cómo no había pensado en eso antes? Seguramente por no tener tiempo, pues estaba muy ocupado con los problemas, la lucha por la supervivencia, la sed de pasar fines de semana lejos de la ciudad, con ganas de profundizar en el silencio sin necesitar dialogar con sus hijos.

Jamás tuvo la idea de comprar un cuaderno de tapa roja para anotar una frase sobre sus herederos, jamás le había pasado por la cabeza escribir que sentía orgullo de aquellos que continúan su nombre.

Justamente él, que se consideraba el más completo padre de la Tierra. La vergüenza casi lo tiro con una lección de humildad. Quiso gritar, procurando agarrar al viejo para sacudirlo y abrazarlo, encontró solo el vacío.

Había una raquítica rosa roja en el jardín de su casa, el sol terminaba de nacer.
Entonces, José Roberto acaricio los pétalos y recordó la mano del padre podando, y cuidando con amor. ¿Por qué nunca percibió todo esto antes? Una lágrima brotó como el rocío, e irguiendo los ojos para el cielo dorado, de repente, sonrió y se desahogó en una confesión:

“Si Dios me mandara a elegir, ¡Juro que no querría haber tenido otro padre que no fueras vos, viejo! -Gracias por tanto amor, y perdóname por haber sido tan ciego
“HABLA, DISFRUTA, ABRAZA, BESA, SIENTE, Y AMA A TODAS LAS PERSONAS QUE PUEDAS VER Y TOCAR” ¡¡¡APROVECHA!!!

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miércoles, 11 de enero de 2012

MI CORAZON, EL HOGAR DE CRISTO

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MI CORAZON, EL HOGAR DE CRISTO



Una tarde invite a Jesucristo a morar en mi corazon. ¡Que entrada hizo! No fue una entrada espectacular ni emotivo, pero si muy real. Algo sucedio en el mismo centro de mi vida. Llegó a las tinieblas de mi corazón y encendió la luz. Expulsó el fuego en el hogar y expulsó el frío. Inició una música donde había habido silencio y llenó el vacío con Su propia amorosa y maravillosa confraternidad. Jamás he deplorado el haberle abierto la puerta a Cristo y nunca lo lamentaré.

En el gozo de esta nueva relación, le dije a Jesucristo: - Señor, quiero que este corazón mio sea tuyo. Quiero que te establezcas aqui y te sientas en tu casa. Todo lo que tengo te pertenece. Déjame mostrártelo todo.

EL ESTUDIO: La primera habitación era el estudio, la biblioteca. En mi hogar esta habitación de la mente es muy pequeña con paredes muy gruesas. Pero es muy importante. En cierto sentido es la sala de control de la casa. Él entró conmigo y miró alrededor a los libros de los anaqueles, las revistas sobre la mesa, los cuadros en las paredes. Cuando yo seguí con la vista su mirada, me sentí incómodo.

Era extraño que no me hubiese sentido avergonzado de esto antes, pero ahora que Él estaba allí mirando todasa esas cosas, me sentí turbado. Sus ojos eran demasiado puros para contemplar algunos de los libros que había allí. Sobre la mesa había algunas revistas que no debía leer un cristiano. En cuanto a los cuadros en las paredes -las imaginaciones y pensamientos de la mente- algunas eran vergonzosas.

Sonrojado, me volví a Él y dije: -Maestro, sé que esta habitación hace falta limpiarla y ordenarla. ¿Podrías ayudarme a convertirla en lo que debería ser?

-¡Por supuesto! -respondió-. Me alegraré de ayudarte. Primero que todo, toma todas las cosas que estás leyendo y mirando que no sean útiles, puras, buenas y verdaderas, y ¡tiralas! Después pon en los qanaqueles vacíos los libros de la Biblia. Llena la biblioteca con Escrituras y medita en ellas día y noche. En cuanto a los cuadros en las paredes, te va a ser difícil controlar esas imágenes, pero tengo algo que te ayudará.

Me dio un retrato en tamaño natural de Sí Mismo. -Cuelga esto en el centro -dijo-, en la pared de la mente. Lo hice, y a lo largo de los años he descubierto que cuando mis pensamientos están centrados en Cristo Mismo, Su pureza y poder hacen retroceder a los pensamientos impuros. Así que Él me ha ayudado a traer mis pensamientos en obediencia debajo de sus pies.

EL COMEDOR: Del estudio pasamos al comedor, la habitación de los apetitos y los deseos. Yo gastaba mucho tiempo y energías allí tratando de satisfacer mis deseos.

Le dije a Él: -Esta habitacipón es una de mis favoritas. Estoy seguro de que te complacerá lo que servimos. Se sentó conmigo a la mesa y me preguntó: -¿Qué hay en el menú para comer?

-Bueno -le contesté-, mis platos favoritos: dinero, grados académicos y acciones, con artículos del periódico de fama y fortuna como platos acompañantes. -Estas eran las cosas que me gustaban: dieta mundana.

Cuando tuvo la comida delante, no dijo palabra, pero observé que no la comía. Le pregunté: -Señor, ¿no te gusta esta comida? ¿cual es el problema?

Él contestó: -Para comer Yo tengo una comida de la que tú nada sabes. Si quieres comida que de veras te satisfaga, haz la voluntad del Padre. Deja de buscar tus propios placeres, satisfacción y deseos. Busca complacerlo a Él y la comida te satisfará a ti.

Allí en la mesa me dió a probar el gozo de hacer la voluntad de Dios. ¡Qué sabor! No hay comida como ésa en todo el mundo. Es la única que satisface.

EL SALÓN: Del comedor fuimos hasta el salón. Esta habitación era íntima y cómoda. Me gustaba. Tenía una chimenea, butacas acolchadas, un sofá y una atmósfera apacible.

Él dijo: -Esta de veras es una habitación muy agradable. Vengámos a menudo. Está aislada y tranquila, y podemos confraternizar juntos.

Bueno, como joven cristiano, yo estaba estremecido de emoción. No podía pensar en hacer algo mejor que estar unos minutos con Cristo en íntimo compañerismo.

Él prometió: -Yo estaré aquí temprano todas las mañanas. Encuéntrame aquí, y empezaremos el día juntos. Así que mañana tras mañana, yo bajaba al salón. Él tomaba un libro de la Biblia del librero. Lo abríamos y leíamos juntos. Él me descubría las maravillas de las verdades salvadoras de Dios. Mi corazón cantaba mientras Él me contaba del amor y la gracia que Él me tenía. Eran tiempos maravillosos.

Sin embargo, poco a poco, bajo la presión de muchas responsabilidades, este tiempo empezó a acortarse. ¿Porqué? No estoy seguro. Pienso que estaba demasiado ocupado para pasar con Cristo un rato con regularidad. No fue intencional, ¿entiendes? Sólo que así sucedió. Por último, no sólo se acortó el tiempo, sino que empecé a dejar de acudir algunas veces. Se amontonaban asuntos urgentes a las horas de mis apacibles ratos de conversación con Jesús.

Recuerdo una mañana en que corría escaleras abajo, ansioso de ponerme en camino. Pasé por el salón, y noté que la puerta estaba abierta.

Mirando adentro, vi un fuego en la chimenea y Jesús estaba sentado allí. De repente pensé consternado: -Él es mi huésped. ¡Yo lo invité a entrar en mi corazón! Él ha venido como mi Salvador y Amigo, y sin embargo, lo estoy desatendiendo.

Me detuve, me volví y entré vacilante. Con los ojos bajos le dije: -Señor, perdóname. ¿Has estado aquí todas estas mañanas?

-Sí -contestó-. Te dije que estaría aquí cada mañana para encontrarme contigo. Recuerda, te amo. Te he redimido a un gran costo. Para mí tu confraternidad es muy valiosa. Aunque no puedas mantener este tiempo apacible por tu propio bien, hazlo por el Mío.

La verdad de que Cristo desea mi compañerismo, que Él desea que yo esté con El y me espera, ha hecho más para transformar mis ratos apacibles con Dios que ningún otro hecho aislado. No permitas que Cristo espere solo en el salón de tu corazón sino busca tiempo cada día, para que con tu Biblia y en oración, puedas estar junto con El.

EL TALLER: Al poco tiempo me preguntó: -¿Tienes un taller en tu casa? Afuera en el garage de mi casa del corazón yo tenía un banco de trabajo y algún equipo, pero no estaba haciendo mucho allí. De cuando en cuando jugueteaba por allí con unos pocos cachivaches, pero no hacía nada importante.

Lo llevé hasta allí. Inspeccionó el banco de trabajo y dijo: -Bueno, está muy bien equipado. ¿Que estás haciendo con tu vida para el Reino de Dios? Miró uno o dos jugueticos que yo había tirado juntos en el banco y levantó uno preguntando: -¿Es esta la clase de cosa que estás haciendo por otros en tu vida cristiana?

-Bueno, Señor -respondí-. Sé que no es mucho, y de veras me gustaría hacer más, pero despuées de todo, no parece que yo tenga la fuerza o la habilidad para hacer más.

-¿Te gustaría tener mejores resultados? -preguntó.
-Por supuesto -repliqué.
-Está bien. Dame tus manos. Ahora descansa en Mí y permite que Mi Espiritu obre a través de ti. Se que eres inexperto, desmañado y torpe, pero el Espíritu Santo es el Maestro Obrero, y si Él controla tus manos y tu corazón, El obrará a través de ti.

Colocándose detrás de mi y poniendo Sus grandes y fuertes manos bajo las mías, sostuvo las herramientas en Sus hábiles dedos y empezó a obrar a través de mi. Mientras más descansaba y confiaba en Él, más era capaz Él de hacer con mi vida.

EL SALÓN DE RECREACIÓN: Me preguntó si tenía un salón de recreación donde iba a divertirme y confraternizar. Yo abrigaba la esperanza de que Él no preguntara por eso. Había ciertas actividades y asociaciones que quería mantener aparte para mí solo.

Una noche cuando salía de la casa con algunos amigos, me detuvo con una mirada y preguntó: -¿Vas a salir? Le contesté: -Sí.

-Bien -dijo-. Me gustaría ir contigo.
-Oh -contesté torpemente-. No creo que te divertirías adonde vamos. Salgamos mañana por la noche. Mañana por la noche iremos a un estudio bíblico en la iglesia, pero esta noche tengo otra cita.

-Lo siento -dijo-. Pensé que cuando vine a tu hogar, ibamos a hacerlo todo juntos, a ser compañeros íntimos. Sólo quiero que sepas que estoy dispuesto a ir contigo.

-Bueno -musité, escurriéndome afuera de la puerta- iremoa a alguna parte juntos mañana por la noche.

Aquella velada pasé unas horas miserables. Me sentía envilecido. ¿Qué clase de amigo era yo para Jesús, dejándolo deliberadamente fuera de mi vida, haciendo cosas y yendo a lugares que yo sabía muy bien que Él desaprobaría?

Cuando regresé aquella noche, había luz en su habitación,y subí para hablar con Él. Le dije: -Señor, he aprendido mi lección. Sé ahora que no puedo pasar un buen rato sin ti. De ahora en adelante, lo haremos todo juntos.

Entonces fuimos al salón de recreación de la casa. Él lo transformó. Trajo nuevos amigos, nuevo entusiasmo, nuevos goces. La risa y la música han estado resonando por toda la casa desde entonces.

EL ARMARIO DEL CORREDOR: Un día me lo encontre esperando por mí en la puerta. En sus ojos había una mirada impresionante. Cuando entré, me dijo: -Hay unolor peculiar en la casa. Debe haber algo muerto por aquí. Es en los altos. Pienso que es en el armario del corredor.

Tan pronto dijo eso, supe de lo que estaba hablando. Había un pequeño armario de pared en el descanso del corredor, de sólo unos pocos pies cuadrados. En aquel armario, tras cerrojo con llave, tenía una o dos cositas personales de las que yo no quería que nadie supiera. Sobre todo, no quería que Cristo las viera. Yo sabía que eran cosas muertas que se podrían, que habían quedado de mi vieja vida. Las quería mantener tan en secreto, que tenía miedo de admitir que estaban allí.

De mala gana subí con Él, y mientras subíamos las escaleras el hedor se hacía más y más fuerte. Él señaló a la puerta. Yo estaba enojado. Esa es la única forma en que puedo describirlo. Le había dado acceso a la biblioteca, el comedor, el salón, el taller, el salón de recreación, y ahora me estaba preguntando acerca de un armario de dos por cuatro. Dije para mí: -Esto es demasiado. No le daré la llave.

-Bueno -dijo Él, leyéndome el pensamiento-, si piensas que voy a permanecer aquí en el segundo piso con ese hedor, estás equivocado. Me voy afuera al portal. Entonces vi como empezaba a bajar las escaleras.

Cuando uno llega a conocer y amar a Cristo, lo peor que puede sucederle es sentir que Él retira Su confraternidad. Tuve que darme por vencido, y le dije con tristeza:

-Te daré la llave del armario, pero tendrás que abrirlo y limpiarlo tú. Yo no tengo fuerzas para hacerlo. -Dame la llave -contestó-. Autorízate a ocuparme del armario y lo haré.

Le entregué la llave con manos temblorosas. La tomó, se dirigió a la puerta, la abrió, entró, tomó toda la porquería que se podría allí y la tiró lejos. Entonces limpió el armario y lo pintó. Todo estaba listo en un minuto. ¡Oh, qué victoria y liberación ver fuera de mi vida todo aquello muerto!

TRANSFIRIENDO EL TÍTULO: Me vino un pensamiento: -Señor, ¿hay alguna oportunidad de que te hagas cargo de la administración de toda la casa y de operarla en mi lugar como hiciste con el armario? ¿Aceptarías la responsabilidad de mantener mi vida como debería ser?

Se le iluminó el rostro cuando respondió: -¡Me encantaría! Eso es lo que deseo hacer. No puedes ser un cristiano victorioso con tus propias fuerzas. Déjame que lo haga a través de ti y por ti. Así es como se hace. Esa es la manera. Pero -añadió-, Yo soy sólo un huésped. No tengo autoridad para proceder, puesto que la propiedad no es mía.

Callendo de rodillas, le dije: -Señor, tú has sido el huésped y yo el anfitrión. Desde ahora en adelante yo seré el sirviente. Tú serás el dueño y Señor.

Corriendo lo más aprisa que pude hasta la caja fuerte, saqué el título de la propiedad de la casa que la describía en detalle. Ansiosamente la firmé en favor de Él solo por toda la eternidad. -Aquí tienes -le dije-, todo lo que soy y tengo, para siempre. Ahora puedes administrar la casa. Me quedaré contigo sólo como siervo y amigo.

Las cosas han cambiado desde que Jesucristo se ha establecido y ha hecho su hogar en mi corazón.

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